viernes, 20 de noviembre de 2015

"BUENOS, MALOS Y REGULARES"

   Hoy estoy especialmente casada de lo "políticamente correcto". Estaba pensando en algo que he leído muchas veces, aquello de que  no hay malos dominantes ni malos sumisos. Sinceramente, me parece absurdo decir algo así. Hay buenas y malas personas, buenos y malos políticos, buenos y malos médicos, buenos y malos amigos, buenos y malos compañeros de trabajo, buenos y malos profesores... Eso nadie lo pone en duda... Hay buenos y malos ¡de todo! menos en el BDSM; aquí, según algunas opiniones, no hay malos dominantes ni sumisos. ¡Menudo misterio de la humanidad! Deberían estudiarlo en "Cuarto Milenio". ¡Y qué consuelo, oigan! Si eres mala persona, mal profesional, mal amigo, ¡ningún problema!, hazte dominante o sumiso, que en el BDSM todos son buenos. 

   Me ha venido a la mente un silogismo. En el BDSM todos son buenos en su rol, no hay malos. En el BDSM hay pseudos Amos/sumis... Luego todos los pseudos Amos/sumis son buenos en su rol. ¡Qué cosas! ¿Por qué se meterá tanto la gente con los "pseudos"? ¿Por qué usarán eso como insulto si en el BDSM no hay malos Amos ni malos sumisos? 

   ¿Qué es ser "bueno" y "malo"? Recurramos a los expertos, como siempre que hay dudas (veamos las acepciones que tienen relación con el tema).

"Bueno"
1. De valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino.
2. Util y a propósito para algo.
3. Gustoso, apetecible, agradable, divertido.
4. Grande.
8. Bastante, suficiente.

"Malo"
1. De valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino.
2. Nocivo para la salud.
3. Que se opone a la lógica o a la moral.
4. De mala vida o comportamiento.
7. Desagradable, doloroso.
9. Inhábil, torpe, especialmente en su profesión.

   Teniendo ésto en cuenta, si alguien es inhábil, torpe, no tiene las cualidades atribuidas a su rol... ¿sigue siendo un buen Amo/sumi? Para mí, no. Y ya está. Me da igual la corrección política. Puedo considerar que alguien es un mal panadero porque quema el pan en el horno y se olvida de la mitad de los ingredientes; o es una mala limpiadora, porque se deja cosas sucias todos los días; o es un mal compañero de trabajo porque deja su trabajo sin hacer y le echa las culpas a los demás... Del mismo modo, cuando alguien no alcanza las cualidades esperadas en un rol, es malo en ese rol. 

   Ahora bien, ser bueno o malo, en muchos casos, es algo subjetivo. ¿Quién es el bueno y el malo en una guerra? Claramente se considerará bueno el que gana, que es el que escribe la historia. Ambos  bandos tendrán sus motivos que creerán justos. Desde fuera, podremos posicionarnos de un lado u otro, pero desde dentro, sin duda todos se consideran los buenos.

    Con las personas ocurre lo mismo. Todos tenemos una serie de expectativas cuando tratamos con otras personas; todos esperamos ciertas cualidades de su rol. Si vamos al médico y este nos escucha con paciencia, estudia a fondo nuestro caso, se preocupa, hace las pruebas pertinentes, no tiene despistes ni errores, lo consideraremos un buen médico. Si no ve nuestro hueso roto en la radiografía, si mientras pasa consulta interrumpe para charlar por teléfono, si le quita importancia a nuestras dolencias, si pierde nuestros informes, lo consideraremos un mal médico. Si el pastelero me hace una tarta preciosa y rica será un buen pastelero; si me la entrega tarde, no era lo que le encargué y sabe fatal será un mal pastelero. ¿Qué ocurre? Que cada uno cuenta la feria según le va. Puede ocurrir que, ese mismo pastelero, haya creado una obra de arte para otro cliente, por tanto su percepción será distinta a la mía. Hay personas que me quieren, que me valoran y aprecian, que ven cualidades en mí... seguro que para ellas soy buena persona. Hay otras que no me soportan, con las que he discutido y, quizás, incluso me odien... para ellas seré una persona horrible. ¿Por qué iba a ser distinto en el BDSM? Seré una buena sumisa para algunos, aquellos que gusten de mi forma de ser, de pensar y de expresar la sumisión. Y seré una mala sumisa para aquellos que no comulguen con mis ideas, para los que busquen algo distinto a lo que soy y doy. Me parece ridículo que solo por denominarme sumisa ya tenga que ser "buena sumisa" para todo el gremio. ¡Pues claro que seré una mala sumisa para muchos! Pero, ¿qué más da? La única opinión que me importa es la de aquellos a los que quiero y aprecio; la de aquellos que me conocen (conocer de verdad, no lo que ahora entienden algunos por "conocer" (saber cuatro cosas de ti y haber charlado dos veces) ) 

    ¿Hay buenos y malos Amos/sumisos? Pues sí, si que los hay. Eso sí, dependerá de lo que cada uno espere y, con total seguridad, mis "malos" Amos/sumis serán maravillosos para otros y viceversa. Y eso es lo que realmente importa, encontrar a la persona con la que encajar y ser feliz; no decir frases hechas para quedar bien.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA SUMISIÓN DEL DOMINANTE

   Hay días que me planteo si mi modo de entender la Dominación está totalmente alejado de la visión más extendida. No es que me importe, por otra parte. Con que me valga a mí, no necesito que nadie más lo comparta. Pero si que me resulta curioso leer algunas actitudes tan diferentes de las mías.
   
   No se si el problema es que hay muchos más preocupados por decir lo políticamente correcto que por sincerarse con lo que realmente sienten y desean. Muchos de los textos y de las opiniones parecen recitados del manual del perfecto Amo/Dom/sum. Como yo esos manuales los uso para encender el fuego de la barbacoa, lo de recitar el catecismo del BDSM no va conmigo. Tampoco decir lo que se considera políticamente correcto. Personalmente considero que no hay nada tan irrespetuoso como decir lo que se considera correcto en lugar de lo que realmente pensamos. 

   Tengo una idea de lo que es la Dominación dentro del BDSM que cada vez casa menos con la realidad que observo. Un Dominante necesita, para mi gusto, una serie de cualidades imprescindibles tales como paciencia, honestidad, apertura de mente, ingenio, sentido del humor y un largo etcétera. Sin embargo, no es un modelo sacado de un folletín; siempre con esa pose enigmática y elegante, siempre perfecto, que todo lo sabe y domina todas las técnicas. Un Dominante es una persona como otra cualquiera y, como tal, es falible. Los Dominantes se equivocan, comenten errores, "meten la pata", en ocasiones no entienden a su sumisa, no siempre saben lo que necesita (¡si ni nosotras mismas lo sabemos!)... Un Dominante íntegro, consciente de lo que es y, especialmente, de lo que no es, sabe pedir disculpas cuando es necesario, no se avergüenza de reconocer lo que no sabe y de buscar a quién si sepa, puede ser alumno tanto como maestro, debe ser humilde para reconocer sus defectos y carencias... Porque sí, todos los Dominantes tienen alguna carencia, no hay nadie que sepa absolutamente todo sobre todos los temas y reconocerlo no le hace menos Dominante, al contrario, le engrandece como persona. Todo ésto, no obstante, son cualidades que apreciaríamos en cualquier persona, independientemente de su rol. Más aún, son cualidades que busco en cualquier persona vainilla. Solo hay una característica que buscaría en un Dom y no en un vainilla... ¡qué sea Dominante!

   Obvio, pensaréis... Y sin embargo es la característica que más echo en falta últimamente. Porque la dominación tiene que comenzar por uno mismo y esa, por desgracia, en más casos de los deseables brilla por su ausencia. Veo a demasiados Dominantes que pierden los papeles a la primera de cambio; que insultan para pedir respeto (¿se puede ser más incoherente?), que se ofenden con todo aquel que no le baila el agua, que andan lloriqueando "es que no hay sumisas de verdad" (¿te has planteado que igual están con "dominantes de verdad"?), que denigran la opiniones que no coinciden con la suya... Lo siento, si no puedes dominarte a ti mismo, ¿cómo vas a dominar a otros? 

   Y, ya apartándonos del todo de la corrección política, veo a Dominantes que tienen un concepto de Dominación más cercano a la sumisión. Dominantes que hacen solo lo que la parte sumisa quiere, cuando ella decide y como ella elige. Una vez, en una charla, uno me dijo: "no te haré nada que tu no quieras"... "¡Pues vaya aburrimiento de dom!", pensé yo. A otro le leí contar como antes de cada sesión explicaba paso a paso a la sumisa todas y cada una de las prácticas que iban a realizar, de qué modo y en qué momento (¿dónde queda la sorpresa y la improvisación?) Creo que hemos llegado al punto de confundir el respeto a los límites con la sumisión del dominante. Por supuesto, no hay duda de que la última palabra la tiene la parte sumisa ya que, sin su consentimiento, no hay dominación posible. Pero, una vez claro estos términos, habría que ser coherentes con el rol elegido. 

   Quizás sea que yo tengo un concepto de la Dominación ya anticuado, no lo se; pero para mí, dentro de los límites pactados, el Dom es quien elige qué, cómo y cuando. Lo contrario, cuando yo empecé, se llamaba "dominación desde abajo", un concepto que ahora parece haber caído en el olvido en aras del "respeto" a la sumisión. Si busco un Dominante es para que domine; de lo contrario, mejor me busco un sumiso y ya le ordeno yo que me azote y me ate cuando me apetezca. Querer dominar no implica saber hacerlo. El equilibrio entre el respeto y la Dominación es difícil de obtener y mantener, de manera que ahora resulta que los que acaban cediendo el control son los "Dominantes"... y lo más triste es que ni siquiera se dan cuenta de ello.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

HASTA EL MOÑO DE GREY

   Estoy hasta el moño de Grey, por no decir otra cosa. No hay un grupo de BDSM, un debate, una broma, una conversación donde no aparezca el Grey de las narices. Curiosamente, una vez pasada la temporada de la película, en el ambiente vainilla no oigo hablar de él más que esporádicamente. Fue, como tantas modas temporales, algo que alcanza mucha fama y luego deja de ser interesante hasta que salga la siguiente película. Pero el ambiente BDSM parece que no es capaz de dejarlo caer en el olvido. Así que, en realidad, no estoy hasta el moño de Grey, lo que me trae frita es toda la gente "bedesemera" que no para de hablar de él.

   De verdad que me hastía hasta la saciedad. Grey tiene la culpa de todos los males del BDSM. Es nuestra bestia negra particular. No hay día que no lea a alguien la manida coletilla de "qué daño ha hecho Grey al BDSM" o "lo de Grey  no es BDSM". Y la verdad es que, por más que miro y remiro, no consigo ver dónde está el daño. 

   Vamos a ver... El protagonista tiene una buena retahíla de traumas de la infancia, sufrió maltrato y no se termina de aceptar como dominante. Algo que, por supuesto, no se da en el BDSM. 
   Claro que, hace unos meses en un grupo anglo, hablando de experiencias pasadas, había un par que habían sufrido violencia de género, otra sufrió abusos infantiles y más de la mitad tenían o habían tenido algún tipo de trastorno ansioso medicado farmacológicamente. Tengo que acordarme de comentarle a todas ellas que debido a sus experiencias pasadas deberían dejar el BDSM por muy felices que puedan ser ahora. Pensándolo bien, yo también debería dejarlo ya que me costó muchísimo aceptar mis tendencias sumisas. Años de pensar que estaba mal de la cabeza, de tener sentimientos de culpa y de pensar que hacía algo malo. Y es que los "verdaderos bedesemeros" nunca han tenido dudas, solo han tenido experiencias positivas a lo largo de su vida y han tenido claros sus sentimientos desde que salieron de la cuna. 

   ¿Qué más? Es un obseso del control, se preocupa por la salud y bienestar de su sumisa, usa palabra de seguridad, es sádico, le gustan los juegos discretos en público, las ataduras, los azotes e incluso se preocupa por sus ex sumisas. Algo, por supuesto, nada deseable en un Amo. Esas cosas no las hace ningún Amo auténtico, ¿no? A decir verdad, ese detalle de preocuparse por sus ex, a pocos "amos de verdad" se lo he visto. Lo que si he visto es a muchos despotricar y machacar a sus ex en público.

   Comete el terrible crimen de ocultárselo a su familia. ¿A qué auténtico Amo se le ocurriría ocultarlo? Eso no lo hace nadie serio, ¡por favor! ¡Y encima se atreve a tener una mazmorra en su casa! ¿Quién querría tener una sala de juegos tan a mano?

   Por no hablar de ella. Una chica que descubre que le gustan los juegos sexuales pero no el control y dominación fuera de ellos. ¡No existe en la vida real ninguna sumisa así! Y mucho menos que no entienda bien lo que quiere y se muestre tan indecisa entre lo que siente y lo que la sociedad enseña que debe ser una mujer moderna.

   Tengo que decir que leí los libros antes de que se pusieran tan de moda. De hecho, el segundo y el tercero los leí en inglés porque aún no se habían publicado las traducciones en español. Me costó un mundo acabarlos porque no me gustaron, tienen una literatura pobre y una historia llena de tópicos. Me obligué a ello porque me gusta opinar con conocimiento de causa. Eso si, los leí como lo que son, unas novelas con tintes erótico-festivos (nunca me ha ido la novela rosa). No son ni pretenden ser un manual de BDSM. Es simplemente la historia de dos personas, que viven el BDSM a su manera. Porque, según se repite cual mantra, todos los modos de vivirlo son respetables mientras sean SSC (sin comentario). Yo vi una pareja que consensúa todo lo que hace (demasiado incluso, para mi gusto), son adultos que toman precauciones en cuanto a seguridad y actúan con bastante sensatez. Igual es que yo leí otros libros distintos. ¡Ah, pero claro! Todos los modos de BDSM son respetables siempre que encajen con el nuestro, ¿no?

   ¡Pero es que el tipo lleva a su sum en helicóptero y le hace regalos caros! ¿Y qué? No es más que un recurso literario para adornar la historia. Estoy segura que ningún Dom ni sum querría tener tanto dinero; es mucho mejor vivir agobiados por la hipoteca y mirando las etiquetas de los precios antes de comprar. Y, por supuesto, ningún Dom de verdad hace regalos a su sumisa en función de sus posibilidades económicas. 

   No perdamos la perspectiva. Es una novela y como tal hay que leerla. No es una clase de BDSM. Ahora parece que cuanto más critiques los libros más "auténtico" eres. Si te pones un nick sacado de los libros no es porque el libro te guste, es porque no tienes ni idea y crees ser lo que no eres. Porque, obviamente, el que se pone un nick sacado de "El señor de los anillos" es porque se cree un elfo y no conoce la diferencia entre lo real y lo imaginario. ¡A ver si mostramos un poco de ese sentido común que tanto cacareamos!

   Cada uno llega al BDSM por el camino que encuentra. Yo personalmente descubrí que lo que sentía tenía nombre leyendo relatos por internet que, por cierto, estaban mucho peor escritos y eran infinitamente más fantasiosos. Pero sirvieron a su propósito de ponerme en contacto. Posteriormente ya fue trabajo mío discernir la realidad de la fantasía y adaptar estas prácticas a mi mundo y mis principios. Probablemente, visto mis orígenes, también debería dejar el BDSM. ¿Cómo se me ocurre llegar a él de la mano de un relato cutre?

   Hay muchos libros y películas que tocan la temática BDSM. Algunos de lleno, otros sutilmente; los hay más acertados y más errados... pero ninguno es tan machacado como estos. Y, sinceramente, no acierto a comprender por qué, salvo por el hecho de que estos sean mucho más conocidos. Cuando leo hablar de otros libros o películas de BDSM lo entiendo menos aún. Ahí tenemos "The pet", por supuesto todos sabemos que el tráfico de órganos forma parte indispensable del BDSM; "The secretary", ¿qué decíamos de trastornos mentales?; "Historias de O", ¿quién no ha ido a un castillo a ser adiestrada? ¡eso lo hacemos todas!. Y en libros ni os cuento... "Monster", violencia de género en estado puro; "Saga La Bella Durmiente", sin duda todos vivimos en un cuento de hadas lleno de príncipes y princesas que son vejados y torturados para placer de los reyes; "Saga Pídeme lo que quieras", sexo duro sin una pizca de D/s; "Saga Vanir", vampiros contra licántropos, real como la vida misma, oiga; "Amos y Mazmorras", ¿quién no se ha ido a una isla a participar en una ginkana "bedesemera"? ¡es un plan básico de los fines de semana!.... y así un largo etcétera... Pero no, los únicos que han hecho "mucho daño" al BDSM han sido los de E.L.James... ¡por favor!. Pues yo, como me da igual lo políticamente correcto y las modas, le doy las gracias. No me cabe duda que muchos habrán puesto nombre a sus sentimientos, habrán dado alegría a su vida sexual o habrán descubierto sus tendencias. Luego cada cual que separe la paja del trigo, lo ficticio de lo real, y que disfrute como quiera o pueda. Yo me seguiré quedando con los de Sophie Morgan, por su sencillez, su naturalidad y su modo de contar una relación BDSM desde la cotidianidad y la rutina del día a día; sin castillos, ni dinero, ni delitos. Gente normal que trabaja, tiene familia, amigos y hobbies. Y, cuando lea algún otro libro, lo haré como lo que son; novelas que buscan entretener, no adiestrar.

lunes, 2 de noviembre de 2015

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE...

   A lo largo de los años y en distintas plataformas he asistido al recurrente debate sobre la diferencia entre sumisa y esclava. Puesto que no contamos con ningún organismo oficial que defina nuestras prácticas, no quedan más que las opiniones personales sobre cada término. Si somos incapaces de definir de modo unitario qué es algo general como el BDSM ¡cómo para ponernos de acuerdo en particularidades! Así, supongo que este debate se repetirá una y otra vez hasta la saciedad.

   Pero no es de la diferencia entre esos términos sobre lo que quiero reflexionar hoy. Eso es algo muy personal y cada uno lo definirá como dicten sus experiencias, sus ideas y sus valores. Eso da igual. Lo que me llama la atención es esa aparente necesidad que tenemos de poner nombre a todo, de clasificar y etiquetar. ¿A qué se debe? ¿Qué aporta?

   Sin duda, para comunicarnos, es necesario nombrar a las cosas de algún modo para referirnos a ellas. Así, cuando decimos "mesa", todos sabemos de lo que hablamos. Claro que en la mente de cada uno tendremos una imagen distinta. Algunos pensarán en la mesita de café que tienen ante su sofá, otros en la mesa de su despacho, otros en la gran mesa del salón o en la pequeña mesa de la cafetería donde desayunan. Todas tienen cosas en común pero también son muy diferentes. El problema es que el nombre general es el mismo para todas. Eso sí, a nadie se le ocurre ponerse a discutir porque "una mesa tiene que ser grande", "tiene que tener cuatro patas" o "tiene que ser de madera". Todos asumimos y aceptamos que existen muchísimos matices, formas, tamaños y colores y que, no por eso, unas son menos mesas que otras.

   Sin embargo, cuando hablamos de roles o prácticas que implican sentimientos la cosa se complica muchísimo. Especialmente cuando no están regulados de modo oficial, como ocurre en el BDSM. Y ésto suele generar intensos debates. Las controversias, en mi opinión, son buenas; obligan a la persona a argumentar sus opiniones para poder sostenerlas frente a las opiniones contrarias. Y eso, por fuerza, nos hace reflexionar. En ocasiones, nuestras opiniones se afianzarán, en otras evolucionarán y en otras incluso pueden cambiar a la opinión opuesta. Nunca he pensado que la finalidad de un debate sea convencer a nadie de tu punto de vista. Se exponen, se argumentan y se comparan con los contrarios. Pocas cosas cuentan con una única verdad absoluta, especialmente si hay sentimientos de por medio. Por tanto, es perfectamente factible que existan opiniones contrapuestas y que ambas sean ciertas, ya que lo que vale para uno no necesariamente debe valer para otros.

   Entonces... ¿a qué esa manía de nombrar todo? No se los demás, pero para mí es una cuestión de economía del lenguaje. Es mucho más fácil decir "sumisa" que "persona que disfruta poniéndose al servicio de otra, ofreciéndole su obediencia y cediéndole el control de diversos aspectos de su vida". Pero no solo es una cuestión de economía. Hay otra más importante aún para mí. Al definir (es decir, "fijar con claridad, exactitud y precisión el significado de una palabra o la naturaleza de una persona o cosa") me obligo a pensar en ello, a profundizar y a no quedarme en la superficialidad; a buscar la coherencia interna entre mis principios, valores y creencias y el nombre que uso para cada cosa. A fijar los matices, en definitiva. Claro que estas definiciones solo me sirven a mí. Cuando hablo con otras personas no hay más remedio que exponer todos esos matices y, ¡gracias a quién corresponda!, nuestra lengua española es riquísima en adjetivos con los que completar la imagen que tenemos en mente.

   ¿Cuál es el problema entonces? El problema es que tenemos tendencia a quedarnos en el nombre y no mirar qué hay detrás de él. Nos dedicamos a discutir si es un sillón o un butacón (seguro que hay diferencias, muchos lingüistas opinan que no existen los sinónimos absolutos) en lugar de sentarnos en él y disfrutar su comodidad. Y lo único cierto es que, cuando me lo lleve a casa y me siente en él a leer un libro, cuando disfrute de su confortabilidad, su calidez, su piel, sus cojines... realmente me dará igual que el vendedor lo llamase de un modo distinto a como yo lo llamo.

   Para mí el BDSM está constituido por un conjunto de prácticas y, lo que les da sentido, es el sentimiento que ponemos en ellas. Y esos sentimientos son individuales e intransferibles. Cuando nombro a alguien lo hago según mis ideas, no las suyas, porque así organizo mi mundo. Pero eso no significa que esa persona se equivoque al definirse como "sillón".  Simplemente en mi orden encaja mejor como "butacón". ¿Soy sumisa, soy esclava, soy brat, soy mascota, soy bottom...? Pues probablemente dependerá de a quién se le pregunte. Total, ahora está de moda definir como "pseudo" a todo aquel que no encaje con nuestro modo de hacer las cosas. Lo único que me importa es cómo me defina yo. ¿Y cómo me defino a mí misma? No lo hago, porque lo que soy y lo que hago, lo que siento, lo que expreso, lo que vivo, lo que entrego y lo que recibo, no está condicionado por un nombre.

   Hace muchísimos años, cuando era niña, (bueno, no tantos años) leí un pequeño relato. Resumiré lo que recuerdo: Hubo una reunión entre personalidades de todo el mundo. Unos gritaban "peace", otros "paz", otros "paix", "frieden", "mír", "cbet", "paqe"... Tantos nombres distintos que nadie se entendía ni se ponía de acuerdo. Al final, alguien dibujó una paloma y puso fin a la discusión, pues todos comprendieron su significado.

   Si lo llamamos sumisa, brat, esclava, little girl, mascota... todos estaremos de acuerdo en que son cosas distintas, aunque esas distinciones varíen según opiniones. Si mostramos una imagen de alguien arrodillado ante otra persona, todos veremos lo mismo, matizado por nuestros valores y creencias, pero con la misma esencia.

   Las palabras separan, los símbolos unen.