miércoles, 8 de marzo de 2017

8 de Marzo, MI PLACER

No me gustan demasiado según qué tipos de conmemoraciones; entiendo que si es necesario establecer un día para dar visibilidad a unos derechos (que deberían ser) fundamentales es porque éstos no son una realidad. Así que más bien es un día de vergüenza que de celebración. En cualquier caso hoy, ocho de marzo, incapaz de eludir el bombardeo de poéticos mensajes cantando las alabanzas a mi género, he dedicado (una vez más) un rato a reflexionar sobre el papel de la sumisa en el BDSM.

  Hace un tiempo que doy vueltas a la tan usada máxima de que el placer de la sumisa es el placer del Amo. Personalmente creo que es una de las premisas más envenenadas que pueden encontrarse en el BDSM. Un modo burdo de manipulación y de infravalorización, según sea entendida y utilizada. La mayoría  (siempre es osado hablar de absolutos) de las sumisas podemos encontrar placentero hacer feliz al Amo y lograr su disfrute por supuesto pero... ¿cuántas estarían ahí si todo se limitara a eso? No tengo vocación de mártir. No aspiro a una vida de heroico sacrificio y sufrimiento desinteresado. A veces las circunstancias del destino llevan a ello pero, a priori, no es ni de lejos lo que deseo. Busco la felicidad, busco mi placer. Por eso me expreso mediante la sumisión, porque me reporta placer. A mí. Servir me satisface a mí . Sentir dolor me satisface a mí. Estar atada es sublime para mí. Incluso ciertas prácticas que no disfruto a nivel físico me reportan otro tipo de placer psicológico. Si todo eso colmara de placer al Amo y a mí no, si no obtuviera placer, si no disfrutara con él... sería el momento de cambiar. Aunque voluntariamente asimétricas en ciertos aspectos, estas son relaciones simbióticas. Ningún Amo me debe nada, ni yo le debo nada a ellos. Soy una mujer adulta, conocedora de mi sexualidad. El Amo no me hace ningún favor, ni yo a él; nos complementamos al andar un camino que va en la misma dirección, cada uno por su carril, encajando como un puzzle. Ambos ofrecemos, ambos tomamos. Cuand sólo se toma, el contenedor tarde o temprano se vacía.

   El BDSM no es machismo, pero hay machismo en el BDSM porque todos llegamos con nuestras muchas virtudes y defectos y hay pensamientos, usos y costumbres tan arraigados que ni se plantean que sean sexistas. El ejemplo más claro es la condescendencia disfrazada de falsa amabilidad con la que muchos tratan a las sumisas: explicaciones de parvulario; calificativos infantiles (pequeña, niña, cielo...); asumir que por su rol sus conocimientos son menores... y un largo etc. Recuerdo una ocasión,  hace años, en la que un Dom, de esos "reconocidos", en un debate utilizó conmigo el fundamentadísimo argumento de que "no iba a discutir con una sumisa".

   Soy mujer, vainilla, ama de casa, pseudo, hereje, sumisa, trabajadora, kajira, pareja, amiga... todo ello para mi placer y el de las personas a las que quiero. Orgullosa y feliz de serlo, pero sin sentirme ni mejor ni especial por ello. Soy lo que soy, sin más. Sin altivez ni sin pedir disculpas.

   No voy a felicitar a nadie este día. Todo lo contrario. Es un recordatorio de lo mucho que queda por hacer aún, incluso en un contexto aparentemente abierto y tolerante como el BDSM. Mi deseo para el día de hoy es que pronto no sea necesario celebrarlo.