martes, 2 de mayo de 2017

EL ACOSO QUE NO SE VE

   Todos tenemos en la mente una imagen del acosador, pero veamos algunas de las características más o menos habituales de su perfil típico. Son personas que carecen de empatía, aunque pueden fingir que entienden los sentimientos de los demás; se consideran especiales y únicas; piensan que se les debe algo; son egoístas, necesitadas de admiración, resentidas, envidiosas; de ego frágil que esconden bajo la mentira de declarar sentirse envidiada y perseguida por todos. No dudan en hacer daño a los demás para conseguir su objetivo pues, en su mente, es una cuestión de justicia y está más que justificado. Visto desde fuera nos preguntamos... ¿Cómo es posible que existan personas así? ¿Qué ganan con ello? ¿No se dan cuenta del daño que hacen?

   Hoy me gustaría reflexionar sobre el acoso y cómo lo entendemos. Cuando se habla sobre él, nadie duda en condenarlo, a todos nos parece una práctica deleznable y sin embargo... ¿somos tan inocentes? ¿Y si no estuviéramos en el lado que creemos?

    Caso hipotético 1:
    J tenía una relación estupenda con su Ama hasta que, un día, la cosa se torció y acabó de malos modos. No conocemos la versión del Ama. J cuenta, a todo el que quiere oírlo y a quien no también, que ella no respetó sus límites. Como es habitual, ante semejante acusación, la red se llena de insultos contra Ama. Solo es la palabra de J contra la de ella, ¿quién sabe qué hay de verdad en esa historia? Quizás ocurrió así, quizás solo es una venganza porque ella no le dio lo que él quiso... El caso es que ahora J, "la víctima" con la que todos se solidarizan, habla mal de Ama en todos los grupos, foros y fiestas. Y nadie da a Ama el beneficio de la duda porque J es la víctima. Cada vez que Ama escribe, él trolea sus post; si coinciden en una fiesta, él la increpa... porque él es la víctima. ¿Os suena el término stalker?

   Caso hipotético 2:
   B tuvo una relación con un Amo, como siempre, "fue bonito mientras duró", pero todo llega a su fin y B acusó al Amo de haber mentido y haberle ocultado cosas. No fue una ruptura sana, sino una herida de las que sangran y no se dejan cerrar. B se había marchado sí, pero culpaba al Amo de que las cosas no hubieran salido bien. Él había mentido, él no la había cuidado, él no le había dado lo que merecía. El ex Amo, a pesar de que ya no había relación, se sentía responsable y acudía cuando ella necesitaba desahogarse. B pronto se dio cuenta y explotó bien esa baza. Llamadas de teléfono, mensajes de whatsapp, acudir a su domicilio; pasando por todas las fases del duelo... negación de que se hubiera acabado, negociación, ira, insultos, chantajes, amenazas, intentos de romper la pareja del ex Amo... porque ella era la víctima.

   Caso hipotético 3:
   L vivió una bonita historia de algunos meses con un Amo y de repente, un día, el la dejó. Así, sin más explicaciones, solo con un mensaje de texto, como si fueran un par de adolescentes en una serie cutre de institutos. L no entendía nada, estaba rota de dolor, necesitaba hablar con él, merecía al menos una explicación. Llamó pero no obtuvo respuesta. Fue a la puerta de su casa y esperó durante horas. Durante días y días envió mensajes y llamó y llamó sin parar. ¿Cuántas llamadas pudo hacer al día? Decenas. Y desde distintos teléfonos... porque ella era la víctima.


   Ahora vamos a verlo desde la otra perspectiva, desde la de esos "horribles" Amos que tan mal trataros a sus sumisos. ¿Fueron unos santos? No, por supuesto. Fueron personas que cometieron sus errores, porque todos somos falibles. ¿Fueron unos santos los sumisos? Tampoco. Ni unos ni otros merecían lo que les pasaron ni pasarlo mal. Las rupturas ocurren y, salvo en las raras ocasiones en las que son de común acuerdo y amistosas, alguien lo pasa mal. Pero está en nuestras manos cómo afrontarlas y cuando sufrimiento queremos autoinfligirnos e infligir a los demás. El acosador no es solo esa persona anónima oculta en las sombras. Todos podemos convertirnos en uno según las circunstancias.
¿Cómo se sentiría el Ama del caso 1? Desconocidos condenándola sin molestarse en saber si es cierto o no, insultándola, acusándola, ¿eso no es acoso? ¿No somos culpables de acoso cuando hacemos eso en las redes?
¿Y el Amo del caso 2? Una relación se acaba pero la ex sumisa no lo asume y continua presionando, intentando destruir su pareja, haciéndole sentirse culpable, amenazándole, presentándose en su domicilio, ¿eso no es acoso?
¿Y el Amo del caso 3? El teléfono sonando a todas horas, mensajes sin parar, sin posibilidad de bloquear el número porque llegaban desde distintos teléfonos... ¿eso no es acoso?

   Hay una límite entre luchar por recuperar una relación y acosar. Hay que saber cuando parar. No solo los sumisos tienen derecho a decir NO; los Dominantes también. Por supuesto que hay sumisos que sufren acoso por parte de dominantes, pero he querido poner los ejemplos así porque tradicionalmente son los que más muestran el rol de "víctimas". No nos engañemos, no se trata solo de grandes actos, a veces gestos pequeños pueden causar daño y, sobre todo, debemos pensar también en los daños colaterales. En esas personas que rodean a quien estamos importunando y sufren nuestras acciones.

   Para terminar, y sabiendo que hay muchas personas a las que la ética y la empatía por sí solas no son motivación suficiente para obrar buscando el bien ajeno, adjunto la información respecto a las implicaciones legales que pueden conllevar estas prácticas.

España se había mostrado reticente a tipificar, expresamente, esta tipología delictiva del stalking, que no se penaliza hasta La Ley orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica el Código Penal, incluyendose como delito autónomo en un nuevo artículo -art. 172 ter-, dentro de los delitos contra la libertad de obrar, para ofrecer respuesta a conductas consideradas graves, que no tenían un claro encaje en otras figuras criminales frente a ataques menos insidiosos que los que suponen el empleo de la violencia física. Con la inclusión de este nuevo precepto en el Código penal -art. 172 ter-, el legislador español se propone llenar el vacío punitivo que genera la relevancia penal que pueden tener estas conductas de violencia psicológica, atentatorias contra la libertad de obrar, que menoscaban gravemente la libertad y el sentimiento de seguridad de las víctimas, sometidas a persecuciones, vigilancias, llamadas u otros actos continuos de hostigamiento.
No obstante, ya antes de esta reforma del Código penal operada por la ley orgánica 1/2015, nuestro ordenamiento penal no había sido completamente ajeno al ocasional castigo de algunas conductas de hostigamiento especialmente gravosas para los bienes jurídicos de las personas, pues ya la reforma penal operada en el año 2010, introdujo el “child grooming”, ubicado en los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales del menor -el conocido acoso sexual- la reiteración de determinadas amenazas; el delito de extorsión; los delitos de descubrimiento y revelación de secretos; las vejaciones y tratos degradantes; el “mobbing” o acoso laboral, etc. Con todo, un sector importante de la doctrina, entendían insuficiente la derivación de esta clase de conductas a los tipos penales ya existentes, reclamando su regulación como delito autónomo, lo que dio fruto, como hemos dicho, con la referida reforma del Código penal del año 2015.
El nuevo precepto -art. 172 ter- castiga con una pena de prisión de tres meses a dos años o con una multa de seis a veinticuatro meses, aumentando la pena si la víctima es especialmente vulnerable por su edad, enfermedad o situación, el delito de acoso o acecho obsesivo, insistente, reiterado y no consentido a otra persona que perturbe gravemente el desarrollo de su vida cotidiana. Tendrían cabida en esta tipología delictiva conductas como la persecución, continua vigilancia o el envío masivo de mensajes, cartas o emails, logrando causar un temor y preocupación en la víctima por parte del stalker. Con la entrada en vigor del nuevo precepto -art. 172 ter-, se dejan de castigar tales conductas obsesivas bajo los delitos de coacciones (art.172 CP), amenazas (art.169 CP), delitos de trato degradante (art.173.1 CP) y delitos de maltrato habitual en el ámbito familiar del (art.173.2 CP), como ocurría hasta la referida reforma de 2015.
Podemos concluir afirmando, que desde julio de 2015 el “stalking” ya forma parte del ordenamiento jurídico penal español junto a otras figuras relacionadas con el hostigamiento o el acoso como son en el “mobbing” -acoso laboral- el “bullying” -acoso escolar-, el “grooming” -acoso sexual- y el “blockbusting” -el acoso inmobiliario-.
En cualquier caso, es preciso advertir que, aunque el bien jurídico principalmente afectado por el “stalking” sea la libertad, también pueden verse afectados otros bienes jurídicos como el honor, la integridad moral o la intimidad, en función de los actos en que se concrete el acoso.
https://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/seguridad/tecnologia-y-seguridad/item/3002-stalking

lunes, 1 de mayo de 2017

¿MALDITA EVOLUCIÓN?

   La Sociedad está en constante evolución, a mejor o a peor ya es cuestión de opiniones, pero lo innegable es que no permanece estática ni en valores ni en modos de actuar. El BDSM, como parte de esa Sociedad, no es una excepción. Aunque muchas de sus prácticas puedan encontrarse en tiempos remotos (allá donde dos personas descubrieran modos de darse placer y relacionarse fuera de lo convencional), el acrónimo como tal es relativamente joven. Sin embargo, a pesar de ello, ya ha crecido, evolucionado y adquirido nuevos y diversos significados. Y como no somos más que un reflejo a pequeña escala de la sociedad general, también surgen voces a favor y en contra, malgastando energía en lo que es inevitable, la evolución.

   A muchas personas les molesta que el BDSM evolucione pues lo consideran algún tipo de atentado a sus raíces o su esencia (¡vaya usted a saber cuál es!). Pero, echando la vista atrás, si existe el acrónimo es precisamente gracias a que las prácticas SM evolucionaron y se ampliaron; es porque se abrieron a colectivos heteros, a mujeres, a la dominación femenina; mirando aún más atrás ahora disfrutamos del placer del erotismo y la sexualidad porque el sexo ha evolucionado y ha dejado de estar supeditado al objetivo de procreación. La evolución ha propiciado que las mujeres puedan buscar simplemente (¡ni más ni menos!) placer, desligando su sexualidad de las cadenas de los roles de abnegada esposa, ama de casa y madre. Esa misma evolución también nos ha traído nuevos enfoques de los roles y nuevos modos de entender las prácticas que, en definitiva, no es más que ampliar el abanico para que cada cual encuentre el lugar donde sentirse cómodo.

   ¿Todo vale por tanto en aras de la evolución? No, no todo vale. Tampoco se puede convertir en una suerte de huida hacia delante donde perder de vista nuestros orígenes. En el camino es tan importante conocer hacia dónde se quiere llegar como de dónde partimos. ¿Entonces? Sería hipócrita por mi parte establecer qué vale y qué no. Ni tengo derecho a hacerlo ni lo deseo. Aquí entran en juego muchos factores, como la ética, la moral, la cultura... Cada persona debe decidir según sus principios y valores. Pero, centrándonos en el tema que nos ocupa, la evolución enfocada al BDSM, a mí, y recalco, "a mí", me sirve el principio histórico. Es decir, es válido aquello que posee un origen común, que proviene de la misma raíz (obviamente necesito también otras cosas, pero aquí hablo solo a efectos evolutivos). Los demás que busquen los criterios que les parezcan oportunos.

   Leo a menudo a practicantes que, amparándose en sus muchos años de experiencia, se lamentan de la "degeneración" del BDSM, recreándose en sus recuerdos nostálgicos. Cuando contemplo como se dan virtuales palmaditas en la espalda, alabando su sabiduría en conocimientos teóricos/prácticos, su exquisito comportamiento y, no olvidemos, su humildad sin tacha, me viene a la mente un grupo de ancianas comadres reunidas a tomar el té mientras se lamentan de la juventud actual bajo la consigna de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Una imagen muy bucólica y "british", que por algo son los padres de la disciplina inglesa. ¿No han tenido nunca la oportunidad de observar semejante fenómeno antropológico? ¡Cuántos golpes de pecho! Jane Goodall habría encontrado aquí un fascinante campo de estudio complementario a sus trabajos. Cuántos lamentos de viejas glorias, que se ensalzan mutuamente mientras hablan con desprecio de "las nuevas generaciones", categoría en la que entran todos aquellos que se desvíen lo más mínimo de su modus operandi. A algunos les ha dado por autodenominarse "sadosaurios". Es lógico que recurran al término "sado", ya que antes de que esa evolución de la que reniegan nos trajera el BDSM lo que había era el SM. Esgrimen el término con orgullo, como si fuera una suerte de escudo que les confiere cierto estatus de superioridad. No me entiendan mal, me parece estupendo y deseable estar orgulloso de lo que se es; el conflicto surge cuando ese auto adjudicado estatus les lleva a mirar con condescendencia y superioridad a los demás, a esas nuevas (aunque de nuevas tengan poco) generaciones. Y, lo que aún es más divertido, a afirmar que les tienen envidia. Perdón, ¿he dicho divertido? Rectifico, no; no es divertido, es triste. Es triste ver como los que se proclaman adalides de los valores tradicionales tratan de reservarlos para ellos cual viejas avaras, consiguiendo justo lo contrario, traicionar esos valores, pues son de todos y nadie puede apropiarse de ellos y repartirlos a voluntad. Es triste cuando afirman "nos tienen envidia, nunca tendrán lo que tenemos"... ¿envidia de qué?, ¿por qué consideran que alguien querría ser como ellos?, ¿ese "nunca tendrán" es un deseo malintencionado?...

   La evolución del BDSM ha permitido a muchas personas encontrar su huequito, el modo en el que expresarse y disfrutar. Por suerte, aunque haya quien crea formar parte de alguna especie de nobleza bedesemera trasnochada, eso solo está en sus mentes y en sus círculos. Fuera de ellos a nadie le importa y la vida continúa. Podrán enfurruñarse y despotricar contra la evolución con sus iguales, pero tendrá el mismo efecto que tratar de parar un alud poniendo una mano delante. La historia se teje con los hilos de la evolución y la supervivencia. Es una cuestión de equilibrio. Hay que mirar hacia delante sin olvidar de dónde se viene. Hay que aclimatarse a los tiempos que nos toca vivir; no es una claudicación a lo que somos ni una renuncia, es una adaptación. Al fin y al cabo, todos sabemos lo que les ocurrió a los grandes saurios... la evolución les condujo a la extinción.