jueves, 18 de enero de 2018

BATALLAS IMAGINARIA

Llevo un tiempo sin escribir, dedicada a otros temas, pero hoy algo me ha movido a hacerlo. Tras unos días de distanciamiento de las redes sociales hoy volví a acercarme, siendo testigo y luego parte de una desagradable experiencia. Como consecuencia se ha acrecentado mi desilusión. No respecto al BDSM; tengo la inmensa fortuna de vivirlo y sentirlo de modo plenamente satisfactorio; sino de la parafernalia que le rodea en las redes sociales. Tristemente abundan dos tendencias principales. Una es su uso como plataforma para mostrar los trabajos ajenos ("lo que viene siendo" copiar e incluso plagiar fotos y textos de otras personas). El otro uso es cual campo de batalla para luchar en guerras inventadas.
Los grupos se han transformado en trincheras desde las cuales atacar a enemigos imaginarios, arropados en la falsa (e innecesaria) seguridad de los compañeros de ejército. Las armas no son nobles, no son rápidas, no son resolutivas. Son armas arrojadizas que visten las galas de los insultos y las calumnias. No hay honor en las escaramuzas, no hay respeto por el "enemigo", que ha dejado de ser tu álter ego al otro lado del espejo. No hay escrúpulos ante los daños colaterales, no hay respeto por la intimidad. No se busca la mejora y el crecimiento, sólo la aniquilación de amenazas que habitan sólo en nuestras cabezas. ¿Qué satisfacción puede hallarse en "aplastar" a un avatar? Quizás esta sea la nueva era de los videojuegos; una en la que creamos un personaje haciendo trampa con los dados, como en una partida de rol; buscando crear una ilusión de realidad en la que mostrar aquello de lo que se carece. O quizás pudiera compararse con una campaña electoral, donde cada candidato se esfuerza por convencer a la audiencia de sus virtudes y, con más ímpetu aún, de las tachas de los que le rodean; poniendo de manifiesto la sabiduría popular que nos enseña como el tuerto sólo puede ser rey en un país de ciegos.
Cuando las batallas se vuelven desfavorables siempre queda la opción de recurrir a la técnica del avestruz. Esconder la cabeza haciendo desaparecer al molesto adversario. Un arma útil, pero de doble filo y cargada de hipocresía.
No he visto rendiciones valientes, retiradas a tiempo ni honra a los caídos. No hay gloria ni magnanimidad en las ficticias victorias.
Un lugar que debería ser punto de encuentro para personas con gustos afines se transforma en búsqueda de la desunión. No se potencia lo que tenemos en común, se dirigen todos los esfuerzos en mostrar que somos distintos. Se busca llegar a la cima usando como escala a los que se hacen caer. Yo se más, yo tengo razón, yo soy intachable, mis comportamientos deleznables están justificados por encima de los de mi vecino. ¡Cuántas pajas en ojos ajenos y qué pocas vigas en los propios! ¡Cuánta insulsa búsqueda de reafirmación de frágiles egos!
¿Dónde queda el BDSM en todo este batiburrillo absurdo de egos mal gestionados?
Esta respuesta me la se... El BDSM se encuentra al apagar el ordenador, en las personas que queremos y nos quieren. En los que no necesitan convencer a nadie de lo que son o no, en los que no se agotan justificando sus actos en busca de la aprobación de desconocidos.
El hombre es un ser social y forma parte de las necesidades humanas la afiliación a un grupo de semejantes. Pero es absurdo pretender gustar a todos... aunque más absurdo es sentirse amenazados por aquellos a los que no gustamos.
Todos somos el lobo en el cuento de alguien... Cuando el cuento lo narra Caperucita... ¿Y si la primera versión oída hubiese sido la del lobo?
Estoy decepcionada, sí, porque nos pusieron en las manos las herramientas para crear comunidad y la mayoría se regodea tirándolas al fango.
¡Qué grande, hermoso e inspirador es el BDSM!... ¡lástima que esté poblado de "bdsmeros"!