lunes, 29 de febrero de 2016

TSR: The Slave Register

   A pesar de la cada vez más difundida tendencia a dejar de lado los protocolos y tradiciones, aún es innegable que las prácticas BDSM, y particularmente la Ds, están cargadas de simbolismo. No es de extrañar, por otra parte, dado que la sociedad en general funciona en base a ellos. El hombre, como animal racional, es también un "animal simbólico"; nos organizamos, pensamos y relacionamos gracias a los símbolos, que definimos como "elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición, etc." Es el medio para expresar una idea y, por consiguiente, crear un vínculo entre las personas que la comparten.

  Una relación vainilla se alimenta, entre otras muchas cosas, de gestos y símbolos que, aunque con matices, tienen un significado común para todos los que comparten una cultura semejante. Flores, anillos, bodas, días señalados... Todos contribuyen a "adornar" los sentimientos que unen a la pareja. Es una consecuencia lógica mantener este "modus operandi" en nuestras relaciones BDSM.

   Maslow estableció, en el tercer escalón de su jerarquía de necesidades básicas, las "necesidades de afiliación", donde se incluye la pertenencia a un grupo. Los símbolos ayudan a identificarse como miembros y  refuerzan ese sentimiento de grupo. El BDSM, como colectivo, no es una excepción. Quizás el símbolo más difundido sea la imagen del triskel, pero no es el único. Muchos de los objetos usados en las diversas prácticas han dejado de ser meros instrumentos de placer físico para alcanzar el estatus de símbolo de sumisión/Dominación, como ocurre especialmente con el collar.

   Los símbolos y gestos son múltiples y variados; algunos más difundidos, visibles y aceptados que otros, como los contratos, los collares, las marcas de propiedad... Hoy me apetecía hacer referencia a uno de esos símbolos que normalmente quedan en la intimidad de la pareja: el número de registro.

   La web www.slaveregister.com ofrece la posibilidad de formar parte de una comunidad que otorga un número de registro único a esclavos/sumisos. Para registrarse solo hace falta una dirección de email, a la que enviarán el número. Una vez dispongamos de él, podremos modificar nuestro perfil, aportando datos como nuestro nick, status (esclava, sumisa, libre, en propiedad, en entrenamiento...), el nombre del Amo o la fecha de pertenencia. Con estos datos y el número, la web genera un certificado, un código de barras y un código QR. Un detalle que me llama la atención (gratamente) es que está enfocado a los sumisos; el número está asociado a su perfil y no varía. Puede modificarse el nick, el Amo, el estatus... pero el número siempre es el mismo, convirtiéndose así en un rasgo más de la identidad del rol y estando al alcance de todo el que se sienta sumiso, aunque no tenga Amo. En sus 16 años de andadura, la web incluye más de 100.000 perfiles.

  ¿Su utilidad? Meramente simbólica que, como ya hemos visto, tendrá la importancia que queramos otorgarle. Registrarse puede ser un ejercicio de auto aceptación, un regalo para el Amo, el refuerzo del vínculo, un modo de sentirse parte de un colectivo... En definitiva, un gesto más de los que enriquecen y adornan el BDSM.

viernes, 5 de febrero de 2016

MÁSCARAS SOBRE MÁSCARAS

  De lunes a viernes somos abogados, médicos, jardineros, profesores, taxistas, pintores... padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, hermanos... Pero cuando llega el fin de semana, cuando la oscuridad nos ampara y nos abraza, podemos mostrar otra cara. Entonces somos Dominantes, sumisos, masoquistas, sádicos... damos rienda suelta a las pasiones atávicas, dejamos en un cajón prejuicios culturales y moralistas, a la espera de ser recuperados cuando volvamos a nuestra rutina diaria. Cambiamos los vaqueros por el látex, las zapatillas por tacones, las camisetas por corsets y los colgantes por correas de cuero... Nos quitamos las máscaras... ¿o nos la ponemos? ¿Cuál es nuestra imagen real? ¿Cuál es nuestra esencia? ¿Cuándo fingimos y cuándo somos nosotros mismos?

   Personalmente todas esas facetas son las que me convierten en lo que soy. Tengo la suerte inmensa de vivir una relación D/s con mi pareja, por lo que mi BDSM no se reduce a encuentros furtivos y programados; pero sí, aun así, muestro otras versiones de mí misma en el trabajo, con la familia, con según qué amigos... No obstante no creo que esté fingiendo. Esa persona también soy yo. Me gusta ser así, me gusta la diversidad. Me gusta vivir con cada persona y en cada momento experiencias distintas.

   En las redes sociales, en los chats, incluso en las reuniones he observado un fenómeno curioso. En ellas vestimos nuestra "máscara" BDSM, mostramos esa versión de nosotros mismos... y, sin embargo, hay quién ni siquiera aquí sabe mostrar la verdadera imagen de esa faceta de su personalidad. Se esconden bajo ideales de Amo de folletín o sumisas de novela rosa. Muestran una imagen preparada y estudiada; los gestos, las palabras, la teoría políticamente correcta recitada de memoria, cual papagayo entrenado para ello. No hay lugar para la espontaneidad ni la naturalidad. Lobos con pieles de cordero. Buscadores de oro que no quieren mojarse los pies. Creadores de castillos en el aire que desaparecen al primer soplido. Máscaras sobre máscaras. Disfraces que ocultan las intenciones y el alma. Hábitos que intentan crear al monje. Atrezzo para ocultar el desconocimiento, la inexperiencia o, lamentablemente, arteras intenciones. Máscaras sobre máscaras. Algunas tan arraigadas que incluso llegan a creerse. Pero... ¿qué queda cuando desaparecen? ¡Qué sorpresa y placer cuando retiras una máscara y la imagen que encuentras es la misma que mostraba!

   Es tiempo de disfraces, fingimientos y antifaces. Tiempo de recrear personajes extravagantes e imposibles. De lucir galas y maquillajes que nos transformen. Pero, aunque nos sumerjamos y disfrutemos de la ilusión, no hay que dejarse engañar por ella... No sea que, al llegar la Cuaresma, las risas se tornen en llanto.

   Disfrutad de vuestras máscaras, gozadlas, compartirlas, recrearlas... pero no olvidéis que lo que realmente importa es lo que esconden. ¡Feliz Carnaval a todos!