martes, 31 de enero de 2017

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Con el nuevo año suele llegar un período de balance y reflexión. Me he tomado un mes para meditar sobre "lo humano y lo divino" de la sumisión, un tiempo durante el cual he dedicado más tiempo a leer que a participar y, tras analizar las ideas mayoritarias que tiranizan las redes (léase bien, "las redes", porque el "cara a cara" es otra historia), he concluído que soy la antítesis del estándar de "sumisa de bien".

 Para empezar no necesito un Amo. Entendiendo como necesidad ese sentimiento imperioso de urgencia, ese sentirse "huérfano y perdido". Soy perfectamente capaz de dirigir mi vida sin la guía de un Dominante. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Me gusta más dejarla en sus manos.

   Soy sumisa porque los sentimientos y vivencias de sumisión me producen placer. Sí, a mí. Qué quieren que les diga, una no tiene vocación de mártir sin causa. Cada vez que leo aquello de que a la sumisa sólo debe importarle el placer del Amo me siento como una hereje en tierra de creyentes (a pesar de tener serias dudas sobre la veracidad de esas afirmaciones en el día a día). Me importa la felicidad y el placer de mi Amo porque es alguien a quien respeto y admiro, porque verle feliz me da paz. Pero no me auto engaño. Por mucho que él disfrutara de mí, si yo me sintiera insatisfecha, frustrada o infeliz, sería tiempo de tomar cada uno nuestro camino. Porque no entré en esta dinámica para amargarme la vida. Y eso que hago muchas cosas en nombre de la sumisión que no me gustan o no me apetecen (nunca entenderé la ¿sumisión? de "hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero" pero, eso sí, manda el Amo) pero siempre es en aras de un objetivo final satisfactorio para mí a corto, medio o largo plazo.

   Veo el BDSM como un camino empedrado que requiere constancia y dedicación. No comparto la idea del misticismo, del mundo "maravilloso" de color de rosa ajeno a lo mundano. El BDSM a mi en ocasiones me cuesta. Requiere ajustes para encajarlo con la rutina diaria. Hay equivocaciones, hay malas personas, momentos terribles... en definitiva, es la vida, tal cual.

   Soy vainilla. Cuando descubrí hace poco más de una década el BDSM no me sometieron a ninguna modificación genética. Sigo siendo la misma persona, con las experiencias vividas estos años. Jamás me he considerado superior ni especial por practicar BDSM. No me siento un ser a parte. Soy una persona vainilla y sumisa. Sigo igual, con mi familia, mis pocos (como debe ser) y auténticos amigos, mi trabajo, mis hobbies, mis hábitos "mundanos". El "mundo vainilla" no ha quedado atrás en otra dimensión, es donde vivo mi día a día. He amado, sufrido y creado vínculos con la misma intensidad dentro del BDSM que fuera de él y es que para mí eso depende de las personas, no de las prácticas.

   Soy intolerante. No me sirve el "todo vale". Tengo unos valores y principios por los que me rijo. Son, como suele decirse, personales e intransferibles; marcan mi hoja de ruta, lo que soy. Y ellos marcan que no tolero a quien daña a otros intencionadamente; quien amparado en el BDSM abusa sexualmente de animales; quien utiliza a la familia, incluso a menores, para hacer daño por rencillas personales; quienes no respetan la privacidad y airean trapos sucios; quienes conocen, justifican y/o toleran estos hechos... No, para mí no "todo vale", ni mucho menos...

   No soy 100% sincera. Si lo soy con contadísimas personas, con aquellas que se puede, pero lo cierto es que la mayoría no quiere la verdad. No soy 100% sincera pero eso no significa que mienta, significa que muchas veces me guardo lo que pienso porque si lo dijera provocaría un daño gratuito e innecesario. A veces imagino lo liberador que sería poder expresarse con entera libertad pero no estamos preparados para un ejercicio semejante.

   No me intimidan los gurús. Hay demasiados en posesión de muchas verdades y muy pocos argumentos que las sustentan. Yo verdades tengo pocas, todo es muy relativo. Tengo mis creencias y reflexiones. A menos que se traten de hechos objetivos cualquier cosa es susceptible de debate. Nunca me ha valido como argumento "lo dice tal persona" ya que  todos somos falibles.

   En definitiva, que soy un desastre según los cánones establecidos a saber por quién. Suerte que tengo bastante poco interés en seguirlos.