jueves, 18 de enero de 2018

BATALLAS IMAGINARIA

Llevo un tiempo sin escribir, dedicada a otros temas, pero hoy algo me ha movido a hacerlo. Tras unos días de distanciamiento de las redes sociales hoy volví a acercarme, siendo testigo y luego parte de una desagradable experiencia. Como consecuencia se ha acrecentado mi desilusión. No respecto al BDSM; tengo la inmensa fortuna de vivirlo y sentirlo de modo plenamente satisfactorio; sino de la parafernalia que le rodea en las redes sociales. Tristemente abundan dos tendencias principales. Una es su uso como plataforma para mostrar los trabajos ajenos ("lo que viene siendo" copiar e incluso plagiar fotos y textos de otras personas). El otro uso es cual campo de batalla para luchar en guerras inventadas.
Los grupos se han transformado en trincheras desde las cuales atacar a enemigos imaginarios, arropados en la falsa (e innecesaria) seguridad de los compañeros de ejército. Las armas no son nobles, no son rápidas, no son resolutivas. Son armas arrojadizas que visten las galas de los insultos y las calumnias. No hay honor en las escaramuzas, no hay respeto por el "enemigo", que ha dejado de ser tu álter ego al otro lado del espejo. No hay escrúpulos ante los daños colaterales, no hay respeto por la intimidad. No se busca la mejora y el crecimiento, sólo la aniquilación de amenazas que habitan sólo en nuestras cabezas. ¿Qué satisfacción puede hallarse en "aplastar" a un avatar? Quizás esta sea la nueva era de los videojuegos; una en la que creamos un personaje haciendo trampa con los dados, como en una partida de rol; buscando crear una ilusión de realidad en la que mostrar aquello de lo que se carece. O quizás pudiera compararse con una campaña electoral, donde cada candidato se esfuerza por convencer a la audiencia de sus virtudes y, con más ímpetu aún, de las tachas de los que le rodean; poniendo de manifiesto la sabiduría popular que nos enseña como el tuerto sólo puede ser rey en un país de ciegos.
Cuando las batallas se vuelven desfavorables siempre queda la opción de recurrir a la técnica del avestruz. Esconder la cabeza haciendo desaparecer al molesto adversario. Un arma útil, pero de doble filo y cargada de hipocresía.
No he visto rendiciones valientes, retiradas a tiempo ni honra a los caídos. No hay gloria ni magnanimidad en las ficticias victorias.
Un lugar que debería ser punto de encuentro para personas con gustos afines se transforma en búsqueda de la desunión. No se potencia lo que tenemos en común, se dirigen todos los esfuerzos en mostrar que somos distintos. Se busca llegar a la cima usando como escala a los que se hacen caer. Yo se más, yo tengo razón, yo soy intachable, mis comportamientos deleznables están justificados por encima de los de mi vecino. ¡Cuántas pajas en ojos ajenos y qué pocas vigas en los propios! ¡Cuánta insulsa búsqueda de reafirmación de frágiles egos!
¿Dónde queda el BDSM en todo este batiburrillo absurdo de egos mal gestionados?
Esta respuesta me la se... El BDSM se encuentra al apagar el ordenador, en las personas que queremos y nos quieren. En los que no necesitan convencer a nadie de lo que son o no, en los que no se agotan justificando sus actos en busca de la aprobación de desconocidos.
El hombre es un ser social y forma parte de las necesidades humanas la afiliación a un grupo de semejantes. Pero es absurdo pretender gustar a todos... aunque más absurdo es sentirse amenazados por aquellos a los que no gustamos.
Todos somos el lobo en el cuento de alguien... Cuando el cuento lo narra Caperucita... ¿Y si la primera versión oída hubiese sido la del lobo?
Estoy decepcionada, sí, porque nos pusieron en las manos las herramientas para crear comunidad y la mayoría se regodea tirándolas al fango.
¡Qué grande, hermoso e inspirador es el BDSM!... ¡lástima que esté poblado de "bdsmeros"!

miércoles, 2 de agosto de 2017

YO Y MI RELACIÓN VIRTUAL

   Hola, soy sumisa y tengo una relación virtual. Hace una década que vivo con mi Amo. Compartimos nuestra rutina diaria, tenemos una relación de metaconsenso basada en la comunicación, la honestidad, el respeto... como todas las relaciones que funcionan. En nuestro día a día, con respeto a la familia y el trabajo, estoy disponible para él en lo que quiera. No importa la hora que sea, no importa lo que quiera, porque en nuestra confianza se que no pedirá nada más allá de lo que nos une. Es una relación virtual maravillosa, que nos satisface a ambos.

   Sin embargo hay quien dice que lo que tenemos no es una relación virtual; dicen que es una relación 24/7... ¡Qué sabrán ellos de lo que tenemos! Por supuesto que es virtual. Cuando cada uno está en su trabajo nos enviamos whatsapp. También nos escribimos cuando cada uno sale con sus amigos. Más aún, cuando encuentro alguna noticia interesante o algo en la red que quiero mostrarle se lo envío por email si no estamos en casa.

   Aún así muchos dicen que no es una relación virtual porque vivimos juntos y yo le sirvo cuando se le antoja. ¿Qué culpa tengo yo de que nos conociéramos en la misma ciudad? Ya me gustaría que hubiera distancia pero las circunstancias se dieron así. Sería genial poder llamarle cada vez que estoy mal en lugar de llorar abrazada a él. O contarle las buenas noticias en lugar de reír juntos tirados en un parque. O recurrir a tutoriales de autobondage en lugar de sentir sus manos manejando las cuerdas... Pero es lo que hay, vivimos juntos. Estas son las circunstancias de nuestra relación virtual.

   Insisten en que eso es un 24/7, no una relación virtual pero yo les digo: ¡pasamos 15 días de vacaciones separados! 15 maravillosos días en los que solo podemos comunicarnos por teléfono y cam. Eso compensa el tiempo que compartimos juntos. ¡Pero nada!, la gente obcecada en que sigue siendo 24/7 aunque nos separemos unos días.

   Me gustan todo tipo de relaciones; estoy muy contenta con mi relación virtual y no creo que sea mejor que ninguna otra. Cada persona lo vive como quiere, sabe, puede o le dejan. No es una cuestión de niveles sino de encontrar el tipo de relación que encaja en tus circunstancias. Yo he encajado en mi relación virtual. Pero la gente intolerante se empeña en decir que lo que vivimos es otra cosa. Si es que... ¡qué manía de cambiar el nombre a todo para que encaje en nuestras circunstancias particulares!

PS: quién tenga oídos que oiga (o quién tenga ojos que lea, en este caso ;) ) Quién no lo haya entendido... bueno, no servirá de mucho que lo explique.

martes, 2 de mayo de 2017

EL ACOSO QUE NO SE VE

   Todos tenemos en la mente una imagen del acosador, pero veamos algunas de las características más o menos habituales de su perfil típico. Son personas que carecen de empatía, aunque pueden fingir que entienden los sentimientos de los demás; se consideran especiales y únicas; piensan que se les debe algo; son egoístas, necesitadas de admiración, resentidas, envidiosas; de ego frágil que esconden bajo la mentira de declarar sentirse envidiada y perseguida por todos. No dudan en hacer daño a los demás para conseguir su objetivo pues, en su mente, es una cuestión de justicia y está más que justificado. Visto desde fuera nos preguntamos... ¿Cómo es posible que existan personas así? ¿Qué ganan con ello? ¿No se dan cuenta del daño que hacen?

   Hoy me gustaría reflexionar sobre el acoso y cómo lo entendemos. Cuando se habla sobre él, nadie duda en condenarlo, a todos nos parece una práctica deleznable y sin embargo... ¿somos tan inocentes? ¿Y si no estuviéramos en el lado que creemos?

    Caso hipotético 1:
    J tenía una relación estupenda con su Ama hasta que, un día, la cosa se torció y acabó de malos modos. No conocemos la versión del Ama. J cuenta, a todo el que quiere oírlo y a quien no también, que ella no respetó sus límites. Como es habitual, ante semejante acusación, la red se llena de insultos contra Ama. Solo es la palabra de J contra la de ella, ¿quién sabe qué hay de verdad en esa historia? Quizás ocurrió así, quizás solo es una venganza porque ella no le dio lo que él quiso... El caso es que ahora J, "la víctima" con la que todos se solidarizan, habla mal de Ama en todos los grupos, foros y fiestas. Y nadie da a Ama el beneficio de la duda porque J es la víctima. Cada vez que Ama escribe, él trolea sus post; si coinciden en una fiesta, él la increpa... porque él es la víctima. ¿Os suena el término stalker?

   Caso hipotético 2:
   B tuvo una relación con un Amo, como siempre, "fue bonito mientras duró", pero todo llega a su fin y B acusó al Amo de haber mentido y haberle ocultado cosas. No fue una ruptura sana, sino una herida de las que sangran y no se dejan cerrar. B se había marchado sí, pero culpaba al Amo de que las cosas no hubieran salido bien. Él había mentido, él no la había cuidado, él no le había dado lo que merecía. El ex Amo, a pesar de que ya no había relación, se sentía responsable y acudía cuando ella necesitaba desahogarse. B pronto se dio cuenta y explotó bien esa baza. Llamadas de teléfono, mensajes de whatsapp, acudir a su domicilio; pasando por todas las fases del duelo... negación de que se hubiera acabado, negociación, ira, insultos, chantajes, amenazas, intentos de romper la pareja del ex Amo... porque ella era la víctima.

   Caso hipotético 3:
   L vivió una bonita historia de algunos meses con un Amo y de repente, un día, el la dejó. Así, sin más explicaciones, solo con un mensaje de texto, como si fueran un par de adolescentes en una serie cutre de institutos. L no entendía nada, estaba rota de dolor, necesitaba hablar con él, merecía al menos una explicación. Llamó pero no obtuvo respuesta. Fue a la puerta de su casa y esperó durante horas. Durante días y días envió mensajes y llamó y llamó sin parar. ¿Cuántas llamadas pudo hacer al día? Decenas. Y desde distintos teléfonos... porque ella era la víctima.


   Ahora vamos a verlo desde la otra perspectiva, desde la de esos "horribles" Amos que tan mal trataros a sus sumisos. ¿Fueron unos santos? No, por supuesto. Fueron personas que cometieron sus errores, porque todos somos falibles. ¿Fueron unos santos los sumisos? Tampoco. Ni unos ni otros merecían lo que les pasaron ni pasarlo mal. Las rupturas ocurren y, salvo en las raras ocasiones en las que son de común acuerdo y amistosas, alguien lo pasa mal. Pero está en nuestras manos cómo afrontarlas y cuando sufrimiento queremos autoinfligirnos e infligir a los demás. El acosador no es solo esa persona anónima oculta en las sombras. Todos podemos convertirnos en uno según las circunstancias.
¿Cómo se sentiría el Ama del caso 1? Desconocidos condenándola sin molestarse en saber si es cierto o no, insultándola, acusándola, ¿eso no es acoso? ¿No somos culpables de acoso cuando hacemos eso en las redes?
¿Y el Amo del caso 2? Una relación se acaba pero la ex sumisa no lo asume y continua presionando, intentando destruir su pareja, haciéndole sentirse culpable, amenazándole, presentándose en su domicilio, ¿eso no es acoso?
¿Y el Amo del caso 3? El teléfono sonando a todas horas, mensajes sin parar, sin posibilidad de bloquear el número porque llegaban desde distintos teléfonos... ¿eso no es acoso?

   Hay una límite entre luchar por recuperar una relación y acosar. Hay que saber cuando parar. No solo los sumisos tienen derecho a decir NO; los Dominantes también. Por supuesto que hay sumisos que sufren acoso por parte de dominantes, pero he querido poner los ejemplos así porque tradicionalmente son los que más muestran el rol de "víctimas". No nos engañemos, no se trata solo de grandes actos, a veces gestos pequeños pueden causar daño y, sobre todo, debemos pensar también en los daños colaterales. En esas personas que rodean a quien estamos importunando y sufren nuestras acciones.

   Para terminar, y sabiendo que hay muchas personas a las que la ética y la empatía por sí solas no son motivación suficiente para obrar buscando el bien ajeno, adjunto la información respecto a las implicaciones legales que pueden conllevar estas prácticas.

España se había mostrado reticente a tipificar, expresamente, esta tipología delictiva del stalking, que no se penaliza hasta La Ley orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica el Código Penal, incluyendose como delito autónomo en un nuevo artículo -art. 172 ter-, dentro de los delitos contra la libertad de obrar, para ofrecer respuesta a conductas consideradas graves, que no tenían un claro encaje en otras figuras criminales frente a ataques menos insidiosos que los que suponen el empleo de la violencia física. Con la inclusión de este nuevo precepto en el Código penal -art. 172 ter-, el legislador español se propone llenar el vacío punitivo que genera la relevancia penal que pueden tener estas conductas de violencia psicológica, atentatorias contra la libertad de obrar, que menoscaban gravemente la libertad y el sentimiento de seguridad de las víctimas, sometidas a persecuciones, vigilancias, llamadas u otros actos continuos de hostigamiento.
No obstante, ya antes de esta reforma del Código penal operada por la ley orgánica 1/2015, nuestro ordenamiento penal no había sido completamente ajeno al ocasional castigo de algunas conductas de hostigamiento especialmente gravosas para los bienes jurídicos de las personas, pues ya la reforma penal operada en el año 2010, introdujo el “child grooming”, ubicado en los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales del menor -el conocido acoso sexual- la reiteración de determinadas amenazas; el delito de extorsión; los delitos de descubrimiento y revelación de secretos; las vejaciones y tratos degradantes; el “mobbing” o acoso laboral, etc. Con todo, un sector importante de la doctrina, entendían insuficiente la derivación de esta clase de conductas a los tipos penales ya existentes, reclamando su regulación como delito autónomo, lo que dio fruto, como hemos dicho, con la referida reforma del Código penal del año 2015.
El nuevo precepto -art. 172 ter- castiga con una pena de prisión de tres meses a dos años o con una multa de seis a veinticuatro meses, aumentando la pena si la víctima es especialmente vulnerable por su edad, enfermedad o situación, el delito de acoso o acecho obsesivo, insistente, reiterado y no consentido a otra persona que perturbe gravemente el desarrollo de su vida cotidiana. Tendrían cabida en esta tipología delictiva conductas como la persecución, continua vigilancia o el envío masivo de mensajes, cartas o emails, logrando causar un temor y preocupación en la víctima por parte del stalker. Con la entrada en vigor del nuevo precepto -art. 172 ter-, se dejan de castigar tales conductas obsesivas bajo los delitos de coacciones (art.172 CP), amenazas (art.169 CP), delitos de trato degradante (art.173.1 CP) y delitos de maltrato habitual en el ámbito familiar del (art.173.2 CP), como ocurría hasta la referida reforma de 2015.
Podemos concluir afirmando, que desde julio de 2015 el “stalking” ya forma parte del ordenamiento jurídico penal español junto a otras figuras relacionadas con el hostigamiento o el acoso como son en el “mobbing” -acoso laboral- el “bullying” -acoso escolar-, el “grooming” -acoso sexual- y el “blockbusting” -el acoso inmobiliario-.
En cualquier caso, es preciso advertir que, aunque el bien jurídico principalmente afectado por el “stalking” sea la libertad, también pueden verse afectados otros bienes jurídicos como el honor, la integridad moral o la intimidad, en función de los actos en que se concrete el acoso.
https://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/seguridad/tecnologia-y-seguridad/item/3002-stalking

lunes, 1 de mayo de 2017

¿MALDITA EVOLUCIÓN?

   La Sociedad está en constante evolución, a mejor o a peor ya es cuestión de opiniones, pero lo innegable es que no permanece estática ni en valores ni en modos de actuar. El BDSM, como parte de esa Sociedad, no es una excepción. Aunque muchas de sus prácticas puedan encontrarse en tiempos remotos (allá donde dos personas descubrieran modos de darse placer y relacionarse fuera de lo convencional), el acrónimo como tal es relativamente joven. Sin embargo, a pesar de ello, ya ha crecido, evolucionado y adquirido nuevos y diversos significados. Y como no somos más que un reflejo a pequeña escala de la sociedad general, también surgen voces a favor y en contra, malgastando energía en lo que es inevitable, la evolución.

   A muchas personas les molesta que el BDSM evolucione pues lo consideran algún tipo de atentado a sus raíces o su esencia (¡vaya usted a saber cuál es!). Pero, echando la vista atrás, si existe el acrónimo es precisamente gracias a que las prácticas SM evolucionaron y se ampliaron; es porque se abrieron a colectivos heteros, a mujeres, a la dominación femenina; mirando aún más atrás ahora disfrutamos del placer del erotismo y la sexualidad porque el sexo ha evolucionado y ha dejado de estar supeditado al objetivo de procreación. La evolución ha propiciado que las mujeres puedan buscar simplemente (¡ni más ni menos!) placer, desligando su sexualidad de las cadenas de los roles de abnegada esposa, ama de casa y madre. Esa misma evolución también nos ha traído nuevos enfoques de los roles y nuevos modos de entender las prácticas que, en definitiva, no es más que ampliar el abanico para que cada cual encuentre el lugar donde sentirse cómodo.

   ¿Todo vale por tanto en aras de la evolución? No, no todo vale. Tampoco se puede convertir en una suerte de huida hacia delante donde perder de vista nuestros orígenes. En el camino es tan importante conocer hacia dónde se quiere llegar como de dónde partimos. ¿Entonces? Sería hipócrita por mi parte establecer qué vale y qué no. Ni tengo derecho a hacerlo ni lo deseo. Aquí entran en juego muchos factores, como la ética, la moral, la cultura... Cada persona debe decidir según sus principios y valores. Pero, centrándonos en el tema que nos ocupa, la evolución enfocada al BDSM, a mí, y recalco, "a mí", me sirve el principio histórico. Es decir, es válido aquello que posee un origen común, que proviene de la misma raíz (obviamente necesito también otras cosas, pero aquí hablo solo a efectos evolutivos). Los demás que busquen los criterios que les parezcan oportunos.

   Leo a menudo a practicantes que, amparándose en sus muchos años de experiencia, se lamentan de la "degeneración" del BDSM, recreándose en sus recuerdos nostálgicos. Cuando contemplo como se dan virtuales palmaditas en la espalda, alabando su sabiduría en conocimientos teóricos/prácticos, su exquisito comportamiento y, no olvidemos, su humildad sin tacha, me viene a la mente un grupo de ancianas comadres reunidas a tomar el té mientras se lamentan de la juventud actual bajo la consigna de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Una imagen muy bucólica y "british", que por algo son los padres de la disciplina inglesa. ¿No han tenido nunca la oportunidad de observar semejante fenómeno antropológico? ¡Cuántos golpes de pecho! Jane Goodall habría encontrado aquí un fascinante campo de estudio complementario a sus trabajos. Cuántos lamentos de viejas glorias, que se ensalzan mutuamente mientras hablan con desprecio de "las nuevas generaciones", categoría en la que entran todos aquellos que se desvíen lo más mínimo de su modus operandi. A algunos les ha dado por autodenominarse "sadosaurios". Es lógico que recurran al término "sado", ya que antes de que esa evolución de la que reniegan nos trajera el BDSM lo que había era el SM. Esgrimen el término con orgullo, como si fuera una suerte de escudo que les confiere cierto estatus de superioridad. No me entiendan mal, me parece estupendo y deseable estar orgulloso de lo que se es; el conflicto surge cuando ese auto adjudicado estatus les lleva a mirar con condescendencia y superioridad a los demás, a esas nuevas (aunque de nuevas tengan poco) generaciones. Y, lo que aún es más divertido, a afirmar que les tienen envidia. Perdón, ¿he dicho divertido? Rectifico, no; no es divertido, es triste. Es triste ver como los que se proclaman adalides de los valores tradicionales tratan de reservarlos para ellos cual viejas avaras, consiguiendo justo lo contrario, traicionar esos valores, pues son de todos y nadie puede apropiarse de ellos y repartirlos a voluntad. Es triste cuando afirman "nos tienen envidia, nunca tendrán lo que tenemos"... ¿envidia de qué?, ¿por qué consideran que alguien querría ser como ellos?, ¿ese "nunca tendrán" es un deseo malintencionado?...

   La evolución del BDSM ha permitido a muchas personas encontrar su huequito, el modo en el que expresarse y disfrutar. Por suerte, aunque haya quien crea formar parte de alguna especie de nobleza bedesemera trasnochada, eso solo está en sus mentes y en sus círculos. Fuera de ellos a nadie le importa y la vida continúa. Podrán enfurruñarse y despotricar contra la evolución con sus iguales, pero tendrá el mismo efecto que tratar de parar un alud poniendo una mano delante. La historia se teje con los hilos de la evolución y la supervivencia. Es una cuestión de equilibrio. Hay que mirar hacia delante sin olvidar de dónde se viene. Hay que aclimatarse a los tiempos que nos toca vivir; no es una claudicación a lo que somos ni una renuncia, es una adaptación. Al fin y al cabo, todos sabemos lo que les ocurrió a los grandes saurios... la evolución les condujo a la extinción.

lunes, 10 de abril de 2017

DESMITIFICANDO EL SSC

   Sin duda uno de los lemas más conocidos y difundidos en el BDSM es el famoso SSC, esgrimido como solución a cualquier pregunta y problema que se tercie. ¡No existe debate imaginable donde no se acabe nombrando! No es mi intención hablar en contra de este protocolo de actuación, ¡los Dioses del BDSM me libren! Pero si me gustaría abrir una reflexión sobre su significado y uso.

   Para comenzar, suele dar una buena perspectiva del término conocer su origen. Es un hecho que muchos lo utilizan ignorando su procedencia e historia y, sin ello, difícilmente se puede comprender su evolución y significado. El maravilloso (por su sencillez y humildad) artículo de Stein ""Safe Sane Consensual" The making of a Shibboleth", del que hablé aquí lo explica de un modo ameno e instructivo. Fue de gran utilidad en el momento de su planteamiento, en el que la situación era muy distinta de la actual. Con esto no quiero decir que hoy no lo sea, de hecho me parece el modo de actuación más adecuado para aquellas personas que comienzan a adentrarse en estas prácticas. Tan adecuado me parece que, en realidad, lo considero redundante.

   Se esgrime el SSC como alguna suerte de prerrogativa exclusiva del BDSM que define su esencia cuando, si lo pensamos fríamente, es (o debería ser) la tónica definitoria de casi cualquier comportamiento en la mayoría de contextos. El SSC no es ningún mantra místico, ninguna creación divina con la que bendecir el BDSM. Si observamos la vida diaria, un gran porcentaje de nuestros actos se rigen por esas premisas. Pongamos por ejemplo la circulación del tráfico. Se ha llegado a un consenso en cuanto a las normas a seguir, de modo que tanto conductores como peatones las conozcan y las sigan, permitiendo así la alternancia de paso de unos y otros. Todos debería seguirlas de un modo seguro y con sensatez (a nadie en plena posesión se sus facultades se le ocurre circular con los ojos vendados). Esto es solo un ejemplo ilustrativos. Algunos con ganas de buscarle las vueltas podrán decir "a mí nadie me preguntó para establecer las normas de tráfico, no consensuaron conmigo". Bueno, a buen entendedor pocas palabras bastan. Para mí resulta obvio que la aplicación de la consigna "sensato, seguro y consensuado" es algo tan habitual en el día a día que, tener que especificar que el BDSM se rige por ella es redundante. Y sin embargo, se repite una y otra vez como si fueran palabras mágicas, aunque cada cual les de un significado distinto. Pero, ¿qué significa realmente? Para definirlo correctamente la única posibilidad es acudir a la fuente original.

   "La fórmula "safe, sane and consensual" se presentó como un estándar mínimo para un SM éticamente defendible" (1) Para mí este es el quid de la cuestión, es un "estándar ético mínimo"; como tal, es algo que está presente (o debería) en cualquier acto lícito, por tanto deberíamos asumirlo sin necesidad de especificarlo. El SSC son las características que rigen (o debería) cualquier acción, BDSM o vainilla, de nuestro comportamiento diario. Por tanto, aunque una relación se rija por el metaconsenso, o el RACK o cualquier otra sigla nueva o propia, el SSC siempre estará ahí. Al menos entendiendo sus siglas desde el significado original con el que fueron formuladas. ¿Y cual es este significado?

+ "SEGURO"; hacer todo el trabajo previo y tomar todas las precauciones posibles y razonables. "Nunca pretendimos un G-rated (2) SM  o convertir la escena leather en un corralito libre de riesgos donde el dolor realmente no duele, las ataduras no son realmente restrictivas y la dominación es ordenar hacer lo que tu quieres hacer de todos modos"(3)
+ "SENSATO"; capacidad de distinguir fantasía de realidad.
+"CONSENSUADO"; que las partes involucradas estén de acuerdo, ¿cómo se ponen de acuerdo? eso no lo definieron cuando se estableció el acrónimo, se dejó deliberadamente vago. "No discutimos, en aquel entonces, si el consentimiento era algo que dabas una vez para siempre o si debía ser renovado constantemente" (4)

En definitiva, el SSC no es misticismo, no es panacea, no es mampara donde escondernos, no es prerrogativa exclusiva del BDSM; es algo común de nuestro día a día, que aplicamos de modo habitual e inconsciente a casi cada acto cotidiano que realizamos.

2- G-Rated, "general admission", calificación que se usa habitualmente en cine, música, etc, para indicar que es apropiado para todas las edades.
1,3,4 - Stein, D. ““Safe Sane Consensual” The making of a Shibboleth”. 

miércoles, 8 de marzo de 2017

8 de Marzo, MI PLACER

No me gustan demasiado según qué tipos de conmemoraciones; entiendo que si es necesario establecer un día para dar visibilidad a unos derechos (que deberían ser) fundamentales es porque éstos no son una realidad. Así que más bien es un día de vergüenza que de celebración. En cualquier caso hoy, ocho de marzo, incapaz de eludir el bombardeo de poéticos mensajes cantando las alabanzas a mi género, he dedicado (una vez más) un rato a reflexionar sobre el papel de la sumisa en el BDSM.

  Hace un tiempo que doy vueltas a la tan usada máxima de que el placer de la sumisa es el placer del Amo. Personalmente creo que es una de las premisas más envenenadas que pueden encontrarse en el BDSM. Un modo burdo de manipulación y de infravalorización, según sea entendida y utilizada. La mayoría  (siempre es osado hablar de absolutos) de las sumisas podemos encontrar placentero hacer feliz al Amo y lograr su disfrute por supuesto pero... ¿cuántas estarían ahí si todo se limitara a eso? No tengo vocación de mártir. No aspiro a una vida de heroico sacrificio y sufrimiento desinteresado. A veces las circunstancias del destino llevan a ello pero, a priori, no es ni de lejos lo que deseo. Busco la felicidad, busco mi placer. Por eso me expreso mediante la sumisión, porque me reporta placer. A mí. Servir me satisface a mí . Sentir dolor me satisface a mí. Estar atada es sublime para mí. Incluso ciertas prácticas que no disfruto a nivel físico me reportan otro tipo de placer psicológico. Si todo eso colmara de placer al Amo y a mí no, si no obtuviera placer, si no disfrutara con él... sería el momento de cambiar. Aunque voluntariamente asimétricas en ciertos aspectos, estas son relaciones simbióticas. Ningún Amo me debe nada, ni yo le debo nada a ellos. Soy una mujer adulta, conocedora de mi sexualidad. El Amo no me hace ningún favor, ni yo a él; nos complementamos al andar un camino que va en la misma dirección, cada uno por su carril, encajando como un puzzle. Ambos ofrecemos, ambos tomamos. Cuand sólo se toma, el contenedor tarde o temprano se vacía.

   El BDSM no es machismo, pero hay machismo en el BDSM porque todos llegamos con nuestras muchas virtudes y defectos y hay pensamientos, usos y costumbres tan arraigados que ni se plantean que sean sexistas. El ejemplo más claro es la condescendencia disfrazada de falsa amabilidad con la que muchos tratan a las sumisas: explicaciones de parvulario; calificativos infantiles (pequeña, niña, cielo...); asumir que por su rol sus conocimientos son menores... y un largo etc. Recuerdo una ocasión,  hace años, en la que un Dom, de esos "reconocidos", en un debate utilizó conmigo el fundamentadísimo argumento de que "no iba a discutir con una sumisa".

   Soy mujer, vainilla, ama de casa, pseudo, hereje, sumisa, trabajadora, kajira, pareja, amiga... todo ello para mi placer y el de las personas a las que quiero. Orgullosa y feliz de serlo, pero sin sentirme ni mejor ni especial por ello. Soy lo que soy, sin más. Sin altivez ni sin pedir disculpas.

   No voy a felicitar a nadie este día. Todo lo contrario. Es un recordatorio de lo mucho que queda por hacer aún, incluso en un contexto aparentemente abierto y tolerante como el BDSM. Mi deseo para el día de hoy es que pronto no sea necesario celebrarlo.

martes, 31 de enero de 2017

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Con el nuevo año suele llegar un período de balance y reflexión. Me he tomado un mes para meditar sobre "lo humano y lo divino" de la sumisión, un tiempo durante el cual he dedicado más tiempo a leer que a participar y, tras analizar las ideas mayoritarias que tiranizan las redes (léase bien, "las redes", porque el "cara a cara" es otra historia), he concluído que soy la antítesis del estándar de "sumisa de bien".

 Para empezar no necesito un Amo. Entendiendo como necesidad ese sentimiento imperioso de urgencia, ese sentirse "huérfano y perdido". Soy perfectamente capaz de dirigir mi vida sin la guía de un Dominante. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Me gusta más dejarla en sus manos.

   Soy sumisa porque los sentimientos y vivencias de sumisión me producen placer. Sí, a mí. Qué quieren que les diga, una no tiene vocación de mártir sin causa. Cada vez que leo aquello de que a la sumisa sólo debe importarle el placer del Amo me siento como una hereje en tierra de creyentes (a pesar de tener serias dudas sobre la veracidad de esas afirmaciones en el día a día). Me importa la felicidad y el placer de mi Amo porque es alguien a quien respeto y admiro, porque verle feliz me da paz. Pero no me auto engaño. Por mucho que él disfrutara de mí, si yo me sintiera insatisfecha, frustrada o infeliz, sería tiempo de tomar cada uno nuestro camino. Porque no entré en esta dinámica para amargarme la vida. Y eso que hago muchas cosas en nombre de la sumisión que no me gustan o no me apetecen (nunca entenderé la ¿sumisión? de "hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero" pero, eso sí, manda el Amo) pero siempre es en aras de un objetivo final satisfactorio para mí a corto, medio o largo plazo.

   Veo el BDSM como un camino empedrado que requiere constancia y dedicación. No comparto la idea del misticismo, del mundo "maravilloso" de color de rosa ajeno a lo mundano. El BDSM a mi en ocasiones me cuesta. Requiere ajustes para encajarlo con la rutina diaria. Hay equivocaciones, hay malas personas, momentos terribles... en definitiva, es la vida, tal cual.

   Soy vainilla. Cuando descubrí hace poco más de una década el BDSM no me sometieron a ninguna modificación genética. Sigo siendo la misma persona, con las experiencias vividas estos años. Jamás me he considerado superior ni especial por practicar BDSM. No me siento un ser a parte. Soy una persona vainilla y sumisa. Sigo igual, con mi familia, mis pocos (como debe ser) y auténticos amigos, mi trabajo, mis hobbies, mis hábitos "mundanos". El "mundo vainilla" no ha quedado atrás en otra dimensión, es donde vivo mi día a día. He amado, sufrido y creado vínculos con la misma intensidad dentro del BDSM que fuera de él y es que para mí eso depende de las personas, no de las prácticas.

   Soy intolerante. No me sirve el "todo vale". Tengo unos valores y principios por los que me rijo. Son, como suele decirse, personales e intransferibles; marcan mi hoja de ruta, lo que soy. Y ellos marcan que no tolero a quien daña a otros intencionadamente; quien amparado en el BDSM abusa sexualmente de animales; quien utiliza a la familia, incluso a menores, para hacer daño por rencillas personales; quienes no respetan la privacidad y airean trapos sucios; quienes conocen, justifican y/o toleran estos hechos... No, para mí no "todo vale", ni mucho menos...

   No soy 100% sincera. Si lo soy con contadísimas personas, con aquellas que se puede, pero lo cierto es que la mayoría no quiere la verdad. No soy 100% sincera pero eso no significa que mienta, significa que muchas veces me guardo lo que pienso porque si lo dijera provocaría un daño gratuito e innecesario. A veces imagino lo liberador que sería poder expresarse con entera libertad pero no estamos preparados para un ejercicio semejante.

   No me intimidan los gurús. Hay demasiados en posesión de muchas verdades y muy pocos argumentos que las sustentan. Yo verdades tengo pocas, todo es muy relativo. Tengo mis creencias y reflexiones. A menos que se traten de hechos objetivos cualquier cosa es susceptible de debate. Nunca me ha valido como argumento "lo dice tal persona" ya que  todos somos falibles.

   En definitiva, que soy un desastre según los cánones establecidos a saber por quién. Suerte que tengo bastante poco interés en seguirlos.