lunes, 1 de mayo de 2017

¿MALDITA EVOLUCIÓN?

   La Sociedad está en constante evolución, a mejor o a peor ya es cuestión de opiniones, pero lo innegable es que no permanece estática ni en valores ni en modos de actuar. El BDSM, como parte de esa Sociedad, no es una excepción. Aunque muchas de sus prácticas puedan encontrarse en tiempos remotos (allá donde dos personas descubrieran modos de darse placer y relacionarse fuera de lo convencional), el acrónimo como tal es relativamente joven. Sin embargo, a pesar de ello, ya ha crecido, evolucionado y adquirido nuevos y diversos significados. Y como no somos más que un reflejo a pequeña escala de la sociedad general, también surgen voces a favor y en contra, malgastando energía en lo que es inevitable, la evolución.

   A muchas personas les molesta que el BDSM evolucione pues lo consideran algún tipo de atentado a sus raíces o su esencia (¡vaya usted a saber cuál es!). Pero, echando la vista atrás, si existe el acrónimo es precisamente gracias a que las prácticas SM evolucionaron y se ampliaron; es porque se abrieron a colectivos heteros, a mujeres, a la dominación femenina; mirando aún más atrás ahora disfrutamos del placer del erotismo y la sexualidad porque el sexo ha evolucionado y ha dejado de estar supeditado al objetivo de procreación. La evolución ha propiciado que las mujeres puedan buscar simplemente (¡ni más ni menos!) placer, desligando su sexualidad de las cadenas de los roles de abnegada esposa, ama de casa y madre. Esa misma evolución también nos ha traído nuevos enfoques de los roles y nuevos modos de entender las prácticas que, en definitiva, no es más que ampliar el abanico para que cada cual encuentre el lugar donde sentirse cómodo.

   ¿Todo vale por tanto en aras de la evolución? No, no todo vale. Tampoco se puede convertir en una suerte de huida hacia delante donde perder de vista nuestros orígenes. En el camino es tan importante conocer hacia dónde se quiere llegar como de dónde partimos. ¿Entonces? Sería hipócrita por mi parte establecer qué vale y qué no. Ni tengo derecho a hacerlo ni lo deseo. Aquí entran en juego muchos factores, como la ética, la moral, la cultura... Cada persona debe decidir según sus principios y valores. Pero, centrándonos en el tema que nos ocupa, la evolución enfocada al BDSM, a mí, y recalco, "a mí", me sirve el principio histórico. Es decir, es válido aquello que posee un origen común, que proviene de la misma raíz (obviamente necesito también otras cosas, pero aquí hablo solo a efectos evolutivos). Los demás que busquen los criterios que les parezcan oportunos.

   Leo a menudo a practicantes que, amparándose en sus muchos años de experiencia, se lamentan de la "degeneración" del BDSM, recreándose en sus recuerdos nostálgicos. Cuando contemplo como se dan virtuales palmaditas en la espalda, alabando su sabiduría en conocimientos teóricos/prácticos, su exquisito comportamiento y, no olvidemos, su humildad sin tacha, me viene a la mente un grupo de ancianas comadres reunidas a tomar el té mientras se lamentan de la juventud actual bajo la consigna de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Una imagen muy bucólica y "british", que por algo son los padres de la disciplina inglesa. ¿No han tenido nunca la oportunidad de observar semejante fenómeno antropológico? ¡Cuántos golpes de pecho! Jane Goodall habría encontrado aquí un fascinante campo de estudio complementario a sus trabajos. Cuántos lamentos de viejas glorias, que se ensalzan mutuamente mientras hablan con desprecio de "las nuevas generaciones", categoría en la que entran todos aquellos que se desvíen lo más mínimo de su modus operandi. A algunos les ha dado por autodenominarse "sadosaurios". Es lógico que recurran al término "sado", ya que antes de que esa evolución de la que reniegan nos trajera el BDSM lo que había era el SM. Esgrimen el término con orgullo, como si fuera una suerte de escudo que les confiere cierto estatus de superioridad. No me entiendan mal, me parece estupendo y deseable estar orgulloso de lo que se es; el conflicto surge cuando ese auto adjudicado estatus les lleva a mirar con condescendencia y superioridad a los demás, a esas nuevas (aunque de nuevas tengan poco) generaciones. Y, lo que aún es más divertido, a afirmar que les tienen envidia. Perdón, ¿he dicho divertido? Rectifico, no; no es divertido, es triste. Es triste ver como los que se proclaman adalides de los valores tradicionales tratan de reservarlos para ellos cual viejas avaras, consiguiendo justo lo contrario, traicionar esos valores, pues son de todos y nadie puede apropiarse de ellos y repartirlos a voluntad. Es triste cuando afirman "nos tienen envidia, nunca tendrán lo que tenemos"... ¿envidia de qué?, ¿por qué consideran que alguien querría ser como ellos?, ¿ese "nunca tendrán" es un deseo malintencionado?...

   La evolución del BDSM ha permitido a muchas personas encontrar su huequito, el modo en el que expresarse y disfrutar. Por suerte, aunque haya quien crea formar parte de alguna especie de nobleza bedesemera trasnochada, eso solo está en sus mentes y en sus círculos. Fuera de ellos a nadie le importa y la vida continúa. Podrán enfurruñarse y despotricar contra la evolución con sus iguales, pero tendrá el mismo efecto que tratar de parar un alud poniendo una mano delante. La historia se teje con los hilos de la evolución y la supervivencia. Es una cuestión de equilibrio. Hay que mirar hacia delante sin olvidar de dónde se viene. Hay que aclimatarse a los tiempos que nos toca vivir; no es una claudicación a lo que somos ni una renuncia, es una adaptación. Al fin y al cabo, todos sabemos lo que les ocurrió a los grandes saurios... la evolución les condujo a la extinción.

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