sábado, 3 de diciembre de 2016

LA DISCIPLINA DEL PLACER

  Hace tiempo leí una explicación sobre la disciplina que me encantó. Venía a decir que era lo que marcaba la diferencia entre la consecución de los deseos a largo plazo y la satisfacción de los deseos inmediatos. Quiero comerme una tarta ahora pero quiero bajar de peso; quiero salir de cañas pero quiero aprobar unas oposiciones. Los deseos inmediatos son la tarta y salir con los amigos; los deseos a largo plazo son bajar de peso y aprobar. La disciplina es lo que nos hace mantenernos constantes en la dieta y el estudio y no sucumbir a la satisfacción momentánea. ¿Y qué tiene que ver esto con el BDSM, se preguntarán? Absolutamente todo.

   He leído en varias ocasiones que en BDSM sólo hay que hacer aquello que reporta placer y/o excitación. Es un modo de verlo y vivirlo, sin duda. Pero como todas las afirmaciones lapidarias peca de no poder aplicarse al 100% de las situaciones. Es una máxima estupenda si te dedicas exclusivamente a sesiones sin una mayor implicación; de hecho me parece lo ideal y recomendable. Pero hay muchas personas que viven el BDSM, y especialmente la Ds, desde una perspectiva más amplia. Esto conlleva que existan objetivos a largo plazo y, ¿qué se necesita para lograr estos objetivos? ¡Efectivamente, disciplina!

   Ahora bien, la disciplina va ligada a la paciencia, la constancia y el esfuerzo. A renunciar a la satisfacción inmediata y a cosas que nos gustan en aras de algo que deseamos aún más. Es un ejercicio de fuerza de voluntad en ocasiones difícil y hasta desagradable. Es necesario tener presente el objetivo final y confiar en nuestra capacidad de alcanzarlo. Implica cierto acto de fe en nuestras propias capacidades. Por tanto la disciplina en BDSM contradice la máxima de hacer sólo "aquello que produce placer y/o excitación sexual".

   El ejemplo más claro lo tenemos en la superación de los límites (sobra decir que me refiero a los límites blandos, los absolutos son intocables). Para ello es necesario salir de nuestra zona de confort y adentrarnos en algo que no nos produce placer ni excitación sino rechazo o incluso miedo. ¿Por qué lo hacemos? Porque el objetivo final si es placentero aunque los actos que nos conducirán hasta él no lo sean. Y no sólo ocurre con los límites. Imaginemos a alguien enamorado de las cuerdas y su arte. Antes de realizar esa suspensión invertida que vio y le fascinó, antes de alcanzar su objetivo de ser considerado un maestro de shibari, habrá pasado horas repitiendo tediosamente las figuras básicas y habrá dedicado su tiempo al estudio de la anatomía para saber como no dañar la inervación. Tiempo de estudio que habrá robado a satisfacciones inmediatas con la vista puesta en la consecución de su objetivo final.

   Podría poner más ejemplos pero a buen entendedor pocas palabras bastan y quien no quiera verlo de nada valdrá que le ponga cientos de ellos. Para mi es claro que el BDSM incluye actos no placenteros e incluso directamente desagradables, que aceptamos porque esperamos que nos reporten un bien mayor. Es algo común en nuestro día a día; planchamos la ropa aunque no apetezca porque nos gusta ir sin arrugas; soportamos el dolor de los tacones porque nos vemos más guapas; controlamos lo que comemos porque comer solo lo que apetezca afectaría a nuestra salud... Algunas acciones requieren una gran fuerza de voluntad, mucha disciplina; otras menos, pero todas necesitan alguna. Y en el BDSM ocurre igual.

   Se dice que el Amo enseña disciplina a su sumiso (indispensable que el Amo sea disciplinado, dicho sea de paso). Un sumiso que sólo hace lo que le reporta placer y/o excitación, es decir, satisfacción momentánea, ¿puede adquirir disciplina? Desde mi punto de vista no, pues le falta esa visión a largo plazo, el esfuerzo y la constancia. Cada vez más a menudo me siento extraña entre el gran colectivo. Yo hago también  (y recalco, "también") cosas que no me gustan o no disfruto en el momento. Será que siempre me ha gustado tener un ojo en el futuro.

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