lunes, 18 de enero de 2016

DE DIOSES Y HOMBRES

   Uno de los símiles más usuales en la literatura BDSM es la equiparación del Amo (y especialmente de las Dóminas) con un Dios. Suelo encontrar textos en los que se exhorta a la sumisa a tratar a su Amo como Dios; sumisos que llaman Diosas a toda Dómina y Dominantes en general esgrimiendo esa auto adjudicada divinidad. Reconozco que el término me produce bastante rechazo. Nunca me ha gustado la idea de mezclar lo divino y lo mundano. Sin embargo, hace poco leí a una sumisa, cuya entrega, dedicación y compromiso admiro, referirse así a su Amo, lo que me llevó a meditar sobre el tema; concluyendo que todo depende del concepto que tengamos de "dios".

   Las religiones monoteístas actuales y, de modo especial en nuestra cultura, la cristiana, nos muestra una imagen de Dios todopoderoso, omnipresente y omnisciente. Es una figura llena de sabiduría, que premia y castiga; que decide qué está bien y qué está mal, a quién se recurre cuando hay problemas (y se responsabiliza de ellos). Nunca se equivoca, siempre sabe qué es lo que más nos conviene (aunque no lo comprendamos); no cabe en Él posibilidad de error. Es objeto de veneración y reverencia. Tiene en sus manos nuestras vidas, dirigiendo(o al menos guiando, teniendo en cuenta el libre albedrío) nuestro destino. Su poder es infinito; sus virtudes son cuantiosas y sin tacha. 

   Esta idea de un ser supremo, desde mi punto de vista, no es en absoluto aplicable a los Dominantes. Puede quedar bien como metáfora y recurso literario, pero no es realista. Los Dominantes son personas y, como tales, son falibles. No lo saben todo, no tienen todas las respuestas, no siempre comprenden plenamente a sus sumisos (¡ni a ellos mismos!); no son totalmente objetivos, ni inmunes a la manipulación y los sentimientos. En ocasiones son mezquinos, envidiosos, intolerantes, arrogantes, egoístas... En otras sin embargo son desprendidos, respetuosos, acogedores, comprensivos, humildes... Podría continuar enumerando defectos y virtudes pero, ¿para qué? Todo se resume en una palabra: son humanos. 

   Pero dioses ha habido muchos y muy variados a lo largo de la historia de la Humanidad. Las religiones antiguas y politeístas nos brindan una imagen muy diferente. Los Dioses de la antigüedad eran creados a imagen y semejanza del hombre. Eran belicosos, se dejaban arrastrar por las pasiones, los "pecados capitales" formaban parte de su vida diaria. No hay más que leer un poco sobre mitología celta, egipcia, vikinga... Los Dioses buscaban el poder y la supremacía unos sobre otros y para eso no dudaban en engañar, traicionar y asesinar si hacía falta. Un fiel reflejo de las pasiones más viles de los hombres. Fijémonos por ejemplo en la mitología grecorromana, por ser la más conocida. Júpiter era lujurioso; Juno celosa; Ares pronto a la ira; Diana vanidosa; Hades envidioso; Vulcano tullido y feo... Y sin embargo eran venerados por la creencia de que podían influir en las vidas de los insignificantes mortales. 

   Esta imagen si puedo asociarla a un Dominante. Una persona con virtudes y defectos, imperfecta, falible, no omnisciente que, sin embargo, es capaz de ganarse la veneración de sus sumisos. Que es capaz de inspirar en ellos el deseo de obediencia y seguimiento. Que es tomado como referencia y guía, aun siendo conscientes de sus errores e imperfecciones. El Dominante puede ser el Dios de su sumiso porque así lo ha decidido este. Porque es su punto de referencia y su modelo a seguir. Porque es a quién recurre cuando duda, cuando teme, cuando esta desorientado; así como cuando quiere compartir sus alegrías y triunfos. No es su Dios porque piense que es perfecto y que todo lo puede; no; es su Dios porque es a quién elige servir y obedecer. 

   A los Dioses se les veneran porque se cree en su capacidad para influir en nuestras vidas, más allá de nuestras propias decisiones. ¿Qué importa el poder que tengan si no puede afectarnos? Me hace gracia cuando leo a Dominantes, especialmente a las Dóminas, auto proclamarse dioses, esperando e incluso exigiendo ser tratados como tales, cuando no son más que simples mortales con el ego subido. Me resulta ridículo. 

   Los Dioses-Dominantes no tienen más poder real que el que les ha sido otorgado por sus sumisos. Son ellos quienes pueden elevarles a los altares y, especialmente, quienes pueden bajarlos de una patada. No son venerados porque auto proclamen su falsa divinidad. Lo son porque con sus actos y actitudes se han ganado ese derecho a ser reverenciados por la persona receptora de sus favores y atenciones. Porque han conseguido que alguien les admire y les valore por encima incluso de sí mismos. Que un sumiso considere a su Amo su Dios no es un derecho del Dominante. Muy al contrario, es algo que se gana con el tiempo; es un privilegio que harían bien en valorar muy seriamente pues, como tal, conlleva una enorme responsabilidad. Así que, antes de exigir a nadie ese titulo sería mejor plantearse... ¿qué he hecho para ganarlo?

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