domingo, 9 de agosto de 2015

¿POR QUÉ PARECEN DISFRUTAR MÁS "LOS OTROS"?

   He tenido relaciones BDSM con convivencia y sin ella y, sin ninguna duda, me quedo con las primeras. Para mi es un lujo inigualable poder dormir cada noche con la persona a la que quiero y poder compartir cada detalle de la rutina diaria.
  Cuando empezaba a descubrir mi faceta sumisa tuve una relación con un Amo que tenía pareja vainilla. Él no debió considerar importante contarme ese detalle y, sin el menor escrúpulo, me dejó creer que nuestra relación iba más allá del BDSM. Me quedé muy "pillada" de él y, con el atontamiento de ser novata y estar enamorada, me tragaba sus mentiras y sus excusas una tras otra. Esa relación terminó, claro está, y, no voy a negarlo, dolió. Y, aunque el fallo aquí fue la ocultación, no el hecho en si de tener otra pareja, me dije que nunca más tendría una relación con alguien que tuviera pareja vainilla.

  Cada día leo a Dominantes y sumis@s que cuentan maravillas de este tipo de relaciones, en las que existe una pareja vainilla ajena a esa "otra vida". Puede funcionar, claro está. No quiero entrar en las implicaciones morales y/o éticas de engañar a la pareja vainilla; eso es asunto de cada cual y no soy yo nadie para condenarlos. Tengo mi opinón, por supuesto, basada en mis principios y en mis experiencias personales (como persona a la que le han sido infiel); pero no es el motivo de este escrito.

  Desde mi punto de vista, tener un Amo/sum que tiene otra pareja ajena a la relación BDSM tiene muchos inconvenientes. Relega tu relación a la clandestinidad, a los momentos robados, a los secretos, a la mentira, a extremar el cuidado de no dejar muestras del encuentro, a la imposibilidad de disponer de tu Am@/sum en cualquier momento que lo necesites... Nada de ir juntos de vacaciones, ni de cenar en Navidad, quizás ni siquiera se pueda pasar juntos el aniversario, o no pueda ir a cuidarte cuando estás enfermo... Es una relación permanentemente condicionada a otra. Demasiado duro, demasiadas renuncias así que... ¿cuales son las ventajas para que lo bueno compense a todo aquello a lo que hay que renunciar?

   Llevo días pensando en ello y al final he llegado a la conclusión que, la falta de rutina y de cotidianidad nos lleva a idealizar a la pareja. Es como vivir permanentemente al inicio de la relación, cuando tenemos las mariposas en el estómago, cuando la nueva pareja se nos muestra deslumbrante, llena de virtudes y sin mancha. Cuando solo vemos a una persona durante un rato, aprovechamos hasta el último minuto, porque sabemos que cada segundo es precioso. No vamos a malgastar esos preciados encuentros con discusiones, ni malos rollos. Mostramos lo mejor de nosotros mismos, intentamos que la otra persona se quede con ganas de más. Podemos ser el Am@ o el sumis@ perfecto.
   La rutina nos muestra otra cara de la persona. Sus manías, sus defectos, sus enfados, su humanidad, en definitiva. Cuando convives con alguien día a día, te puede desesperar que nunca cambie el rollo de papel higiénico al acabarse; cuando solo pasas con esa persona algún que otro fin de semana, lo cambias tu y no le das importancia. No es que no se sea consciente de que la otra persona tiene defectos, es que apenas se les da importancia, ¿para qué hacerlo? Al disfrutar de la pareja durante un tiempo limitado la mayoría de esos defectos no salen a la luz y,  si lo hacen, suele ser de un modo insignificante. Sin embargo, todos potenciamos nuestras virtudes en los períodos cortos. Si solo puedo ver a mi pareja cuatro horas a la semana, me esforzaré porque sean las mejores cuatro horas. Durante ese tiempo solo habrá placer (no necesariamente sexo); no revisaremos las facturas para ver si se llega a fin de mes, ni iremos a hacer la compra de la semana, ni la limpieza general de la casa, ni a comer con la suegra... haremos cosas exclusivamente gratificantes, salir a comer (eso sí, donde no nos encontremos a conocidos), a pasear, al cine, charlar, reír y disfrutar de las mil y una prácticas que el BDSM nos ofrece. Evidentemente surgirán conflictos, pero serán de otra índole y nos esforzaremos más en no malgastar el tiempo con enfados.
   En esos encuentros, por tanto, se obtendrá lo que falta en la rutina diaria. Es como estar de vacaciones, todo es bonito, deslumbrante, relajado; vamos a disfrutar y a desconectar, a dejar de lado el estrés y los problemas. Eso mismo nos ofrece nuestro Am@/sum así que, ¿cómo no pensar que es maravilloso? Cuando estamos a gusto, todo lo bueno se magnifica y estas relaciones no son una excepción. Idealizamos a la pareja y la subimos a un pedestal. Disfrutamos de la excitación de lo prohibido, de los encuentros furtivos, de los vínculos secretos, de sentir que se existe al margen del resto del mundo... Es comprensible que atraiga algo así.

   La realidad del día a día, de la convivencia, suele poner a todos en su lugar. Se eliminan los pedestales y se aprende a amar a la persona en su conjunto, no solo una faceta. Ser adultos implica realizar elecciones y, cuando se elige algo, se renuncia a lo contrario. De modo que todo se reduce a una pregunta... ¿Qué deseamos tener y a qué estamos dispuestos a renunciar para ello?
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario