jueves, 27 de agosto de 2015

JUZGANDO A LOS QUE JUZGAN

Juzgar:

1. Dicho de la persona que tiene autoridad para ello: Deliberar acerca de la culpabilidad de alguien, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar lo procedente.

2. Formar opinión sobre algo o alguien.


3. Afirmar, previa la comparación de dos o más ideas, las relaciones que existen entre ellas.



Opinión:

1. Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable.

2. Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo.


   Como no soy juez, voy a obviar la primera acepción de “juzgar” y me quedaré con las otras dos, aplicables al resto de los mortales.

  Creo que suelo tener bastante paciencia, pero hay días en las que ésta parece haberse ido de vacaciones y me irrita eso de ser “políticamente correcto”. No paro de leer y de oír que no se debe juzgar a los demás. Y la verdad es que me cansa tanta hipócrita corrección. Yo juzgo. A todos, a todo, a todas horas. Tengo unos principios, forjados sobre la base de mis experiencias personales, mis vivencias, mi cultura, mis conocimientos, mis aciertos y mis errores, y, aunque no siempre lo consiga, intento vivir conforme a ellos. Tengo mis ideas, mis creencias, mi escala de valores y el mundo que me rodea se me presenta bajo su enfoque. Me gusta reflexionar sobre distintos temas, darle vueltas, analizarlos, desmenuzarlos. No quiero conformarme con lo que me digan que debo pensar y creer. Tomo mis decisiones según lo que opine y opinar es juzgar. La RAE lo deja bien claro.

   Juzgo el tomate en la frutería para ver si me parece adecuado para comprarlo, ¿está verde o maduro? ¿es el tamaño adecuado? ¿hay buena relación calidad-precio?. Juzgo el camino que tomo, ¿voy por la derecha o por la izquierda?, la calle de la derecha tiene más sombra pero la de la izquierda está más concurrida. Juzgo lo que leo y me formo una opinión sobre cómo está escrito, sobre su objetividad, sobre su corrección. Y si, juzgo a las personas. Es algo que hago incluso de manera inconsciente y que empieza desde el segundo 1 de contacto. Me formo una opinión sobre aquellos con los que me relaciono, basada en multitud de pequeños detalles. A veces esa opinión perdura en el tiempo y a veces se va modificando. A veces reconozco que me equivoqué y otras esa primera impresión fue la acertada.

   Hay juicios precipitados y hay otros que son fruto de la observación y la experiencia. Pero siempre existe alguno. Por eso cuando escucho aquello de que “no se debe juzgar” me imagino en plan ameba (con todo mi respeto para las amebas), desconectando todas mis conexiones neuronales, bloqueando toda la información que me llega y tratando de mantener la mente en blanco para no formarme la menor idea ni opinión... Sinceramente, soy incapaz de hacerlo. Es más, no quiero hacerlo. Quiero opinar, juzgar, para que mis decisiones se tomen con algún criterio y no sean meros actos de azar.

  Juzgo las prácticas BDSM, de ese modo veo si valen para mi, ¿que me aportan?, ¿que riesgo tienen?, ¿atentan contra mi escala de valores? Cuando leo los grupos y blogs de BDSM juzgo lo que han escrito, ¿qué criterio han usado?, ¿cómo de subjetivos son?, ¿hablan de oídas o son experiencias personales? Y, evidentemente, juzgo a las personas, ¿me gusta lo que dice, opino igual?, ¿son educados, respetuosos, tolerantes o por el contrario son agresivos, insultan y desprecian?, ¿es alguien a quién podría respetar?, ¿alguien que me gustaría como amigo?, ¿me hace bien o mal?

   ¿Por qué elegimos a este Dominante y no al de al lado? ¿Por qué esta sumisa nos parece mejor que aquella otra? Porque, basándonos en lo que sabemos, hemos opinado, hemos juzgado, que lo que tienen que ofrecernos, lo que nos hace sentir, es lo que deseamos.

  “No tienes derecho a juzgar lo que otros hacen”. ¡Pues claro que lo tengo! Tengo libertad para pensar lo que quiera y formarme mis propias opiniones. Así que, para mi, esa frase está mal formulada. Desde mi punto de vista sería más correcto decir, “no tienes derecho a condenar lo que otros hacen”. Y ahí si que les doy la razón. No es lo mismo juzgar que condenar. Dice la RAE en su tercera acepción que “condenar” es reprobar una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por malos y perniciosos. Que algo sea malo y pernicioso puede ser muy subjetivo y, aunque lo sea de modo objetivo, nunca podemos estar seguros de conocer todas las circunstancias que llevan a la persona a ello. Nuestra opinión, nuestro juicio, es solo nuestro; no tiene por qué ser válido para otros. Y, puesto que no somos jueces, carecemos del derecho a condenar a nadie.


Por tanto, no me avergüenzo de decirlo, yo juzgo. Lo que no hago es condenar.

2 comentarios:

  1. Yo no sería yo, si no juzgara u opinara sobre lo que creo conveniente, me parece una tremenda estupidez pensar que nadie tiene derecho a juzgarme o a opinar sobre mi, o yo sobre los demás, como si eso, fuera a cambiar mi actitud o la de ellos, si total no nos vamos a condenar.... Oiga dejeme opinar libremente y hasta juzgarle... y usted haga con mi opinión o mi juicio... papel para limpiarse sus nalgas.

    ResponderEliminar