Juzgar:
2. Formar opinión sobre algo o alguien.
3. Afirmar, previa la comparación de dos o más ideas, las relaciones que existen entre ellas.
Opinión:
1.
Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable.
2.
Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo.
Como
no soy juez, voy a obviar la primera acepción de “juzgar” y me
quedaré con las otras dos, aplicables al resto de los mortales.
Creo
que suelo tener bastante paciencia, pero hay días en las que ésta
parece haberse ido de vacaciones y me irrita eso de ser
“políticamente correcto”. No paro de leer y de oír que no se
debe juzgar a los demás. Y la verdad es que me cansa tanta hipócrita
corrección. Yo juzgo. A todos, a todo, a todas horas. Tengo unos
principios, forjados sobre la base de mis experiencias personales,
mis vivencias, mi cultura, mis conocimientos, mis aciertos y mis
errores, y, aunque no siempre lo consiga, intento vivir conforme a
ellos. Tengo mis ideas, mis creencias, mi escala de valores y el
mundo que me rodea se me presenta bajo su enfoque. Me gusta
reflexionar sobre distintos temas, darle vueltas, analizarlos,
desmenuzarlos. No quiero conformarme con lo que me digan que debo
pensar y creer. Tomo mis decisiones según lo que opine y opinar es
juzgar. La RAE lo deja bien claro.
Juzgo
el tomate en la frutería para ver si me parece adecuado para
comprarlo, ¿está verde o maduro? ¿es el tamaño adecuado? ¿hay
buena relación calidad-precio?. Juzgo el camino que tomo, ¿voy por
la derecha o por la izquierda?, la calle de la derecha tiene más
sombra pero la de la izquierda está más concurrida. Juzgo lo que
leo y me formo una opinión sobre cómo está escrito, sobre su
objetividad, sobre su corrección. Y si, juzgo a las personas. Es
algo que hago incluso de manera inconsciente y que empieza desde el
segundo 1 de contacto. Me formo una opinión sobre aquellos con los
que me relaciono, basada en multitud de pequeños detalles. A veces
esa opinión perdura en el tiempo y a veces se va modificando. A
veces reconozco que me equivoqué y otras esa primera impresión fue
la acertada.
Hay
juicios precipitados y hay otros que son fruto de la observación y
la experiencia. Pero siempre existe alguno. Por eso cuando escucho
aquello de que “no se debe juzgar” me imagino en plan ameba (con
todo mi respeto para las amebas), desconectando todas mis conexiones
neuronales, bloqueando toda la información que me llega y tratando
de mantener la mente en blanco para no formarme la menor idea ni
opinión... Sinceramente, soy incapaz de hacerlo. Es más, no quiero
hacerlo. Quiero opinar, juzgar, para que mis decisiones se tomen con
algún criterio y no sean meros actos de azar.
Juzgo
las prácticas BDSM, de ese modo veo si valen para mi, ¿que me
aportan?, ¿que riesgo tienen?, ¿atentan contra mi escala de
valores? Cuando leo los grupos y blogs de BDSM juzgo lo que han
escrito, ¿qué criterio han usado?, ¿cómo de subjetivos son?,
¿hablan de oídas o son experiencias personales? Y, evidentemente,
juzgo a las personas, ¿me gusta lo que dice, opino igual?, ¿son
educados, respetuosos, tolerantes o por el contrario son agresivos,
insultan y desprecian?, ¿es alguien a quién podría respetar?,
¿alguien que me gustaría como amigo?, ¿me hace bien o mal?
¿Por
qué elegimos a este Dominante y no al de al lado? ¿Por qué esta
sumisa nos parece mejor que aquella otra? Porque, basándonos en lo
que sabemos, hemos opinado, hemos juzgado, que lo que tienen que
ofrecernos, lo que nos hace sentir, es lo que deseamos.
“No
tienes derecho a juzgar lo que otros hacen”. ¡Pues claro que lo
tengo! Tengo libertad para pensar lo que quiera y formarme mis
propias opiniones. Así que, para mi, esa frase está mal formulada.
Desde mi punto de vista sería más correcto decir, “no tienes
derecho a condenar lo que otros hacen”. Y ahí si que les doy la
razón. No es lo mismo juzgar que condenar. Dice la RAE en su tercera
acepción que “condenar” es reprobar
una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por
malos y perniciosos. Que
algo sea malo y pernicioso puede ser muy subjetivo y, aunque lo
sea de modo objetivo, nunca podemos estar seguros de conocer todas
las circunstancias que llevan a la persona a ello. Nuestra opinión,
nuestro juicio, es solo nuestro; no tiene por qué ser válido para
otros. Y, puesto que no somos jueces, carecemos del derecho a
condenar a nadie.
Por
tanto, no me avergüenzo de decirlo, yo juzgo. Lo que no hago es
condenar.
Yo no sería yo, si no juzgara u opinara sobre lo que creo conveniente, me parece una tremenda estupidez pensar que nadie tiene derecho a juzgarme o a opinar sobre mi, o yo sobre los demás, como si eso, fuera a cambiar mi actitud o la de ellos, si total no nos vamos a condenar.... Oiga dejeme opinar libremente y hasta juzgarle... y usted haga con mi opinión o mi juicio... papel para limpiarse sus nalgas.
ResponderEliminarGracias!
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