lunes, 3 de agosto de 2015

¿SIRVEN PARA ALGO LOS CASTIGOS?

  Hace ya años, un Dom con el que solía charlar, me dijo que un castigo no es más que un tipo de venganza. Me llamó mucho la atención esa afirmación y reflexioné ampliamente sobre el tema. Al final le terminé dando la razón.

 ¿Qué enseña un castigo? Si lo pensamos fríamente el castigo enseña una única cosa... ¡a evitar el castigo! Un verdadero castigo no se disfruta, es algo desagradable, molesto, doloroso, incómodo... en definitiva, es algo a evitar. Pasamos un mal rato mientras somos castigados y, por tanto, no queremos que se repita. Si fue suficientemente duro, en el futuro, quizás no repitamos la acción que motivó el castigo. Pero no porque no queramos repetirla... lo que no queremos que se repita es el castigo. Es puro conductismo. Un castigo, si no va acompañado de un proceso de reflexión sobre la falta, lo único que enseña es ¡que no te vuelvan a pillar!

  ¿Son entonces inútiles los castigos dentro del BDSM? No, no lo son. Los castigos se basan en el conductismo y el conductismo, si bien tiene muchos efectos psicológicos secundarios y nocivos a largo plazo, funciona. Ahora bien, tú, como Dominante, pregúntate... ¿qué quieres que motive la obediencia de su sumis@? Si te vale con que obedezca, sin cuestionarte los motivos por los que lo hace, adelante, castiga sin más. Seguro que te funciona si eres lo bastante firme y rígido. Pero si lo que buscas es que tu sumis@ te obedezca porque te respeta, te valora, busca tu felicidad y la suya propia, tu aprobación, que te sientas orgullos@ de él... entonces el castigo no es el medio.
  Un castigo no sirve de nada si antes no se comprende el por qué del mismo. El Dominante debe explicar al sumiso cuál ha sido la falta, por qué está mal hecho, cuales son las consecuencias negativas que tiene ese mal acto del sumiso, como afecta a la confianza del Dominante y a su relación. Solo cuando el sumiso comprenda todas estas cosas y las asimile, surgirá en él un deseo genuino y honesto de no repetirlo. Obedecerá porque deseará hacerlo, no por miedo a las consecuencias de desobedecer.

  Entonces, ¿para qué sirve un castigo? Desde mi perspectiva de que el castigo no enseña nada, su utilidad para mi es como refuerzo y liberación. Una falta, una desobediencia; es un fallo de ambos, Dominante y sumis@. Es una decepción para ambos, indica que algo en la relación no se está haciendo de modo correcto. Una vez que el proceso de diálogo y reflexión nos ha conducido a comprender qué motivó la falta y por qué no debería repetirse, el castigo puede suponer un momento de catarsis para ambos. El Dominante ofrece con el castigo la posibilidad de limpiar la falta, está indicando a su sumis@ que le importa lo que hace, que está pendiente de ello, se reafirma en su papel de guía. El sumis@ ofrece al Dominante una penitencia por su falta, le indica que asume y comprende que todo acto tiene su consecuencia y, a un mal acto, le sigue una consecuencia negativa. Se reafirma en su sometimiento y en la cesión del poder al Dominante. El castigo limpia la falta. Después de él, ya quedará en el pasado, no habrá reproches ni necesidad de volver a mencionarlo. Es un modo de pasar página, dejar atrás la culpa y caminar hacia delante en una relación fortalecida por el diálogo, la comprensión y la confianza mutua.

  ¿Qué castigos son aceptables? No existe una fórmula mágica. Un castigo es algo no deseado, por tanto dependerá de los gustos y experiencias de los implicados. No tiene mucho sentido castigar a un masoquista con unos cuantos azotes, por ejemplo. Hay que tener en cuenta la personalidad del sumis@ ya que el castigo pretende limpiar una falta, no causar más daño aún. Siempre debe ser proporcional a la falta; no es lo mismo una falta cometida por desconocimiento que una desobediencia reincidente. Y, por supuesto, debe ejecutarse en el estado de ánimo adecuado. No se puede castigar bajo los efectos de nada que enturbie nuestro juicio; y con ésto no me refiero solo a alcohol o drogas, sino también a la ira. Nunca, nunca, nunca debe aplicarse un castigo en el apogeo del enfado ni sin que el sumis@ haya comprendido y aceptado los motivos que lo generan... Al menos si se pretende que el castigo sirva para algo más que para generar miedo, ansiedad y rechazo.

Esto no deja de ser una opinión personal que, por supuesto, puede no ser compartida, así que.. ¿Qué opináis vosotros sobre los castigos?



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